Terminó la semana con un “sí quiero”, con una mirada profunda en otros ojos, prometiendo amor eterno, llenos de vida, de ilusiones y de mejores y continuados comienzos.
Cayó la tarde, se tiñó de amarillo crema y se brindó por la vida, por la amistad y por una vida juntos, con la mejor de las compañías, “el pequeño Rey,” con risas y anécdotas vividas.
Y me doy cuenta de que aún existen personas comprometidas, que aún se pueden prometer fidelidad y ser leales a sí mismos y a su compañero de vida.
Compartimos risas, momentos, anécdotas y parece que la distancia no existe, que no hablamos por un pequeño aparato, al que miro y me rio contemplando fotos y pequeños retazos de felicidad.
Mientras, en el otro lado del mundo, lejos del paraíso en el que vivo, alguien lleno de rabia sin sentido, de sentimientos incrustados en el alma, preparaba un video sonriéndose a sí mismo, se miraba a sus ojos en la pantalla de un móvil y se reafirmaba en sus creencias.
Poco después, cuentan que fue hacia su objetivo sin mirar atrás, algunos le miraban y tardaron en reaccionar, dejaron que su furia y su maldad descargara con fuerza una bala que llegaría al objetivo, aunque no fue mortal; reaccionarían en ese momento y dejó de respirar.
Horas más tarde, esperábamos la final, nos reunimos con amigos y preparamos el picoteo, tortilla española y jamón ibérico, unas cervezas frías y pipas para el más nervioso. Compartimos fotos y momentos, reímos y hasta probamos nuestras cuerdas vocales, porque hay que desempolvar; finalmente, se levantó la copa. Descubrimos que hay un pueblo con un sentimiento de patria, que quizás parezca dormido, pero que ruge cuando algo realmente algo le importa, y cuando se enfrenta al miedo.
Un fin de semana de boda, atentado y copa… y al despertar, como dice la canción “la vida sigue igual”.
Tan cierto lo que detallas, un fin de semana más, en este mundo, lleno de personas magnánimas y generosas que funden sus vidas con un “sí quiero”, también de los egoístas que nunca han estado a gusto con su suerte y quieren despojar a otros de la suya, y ¡cómo no! de casi todos, el sueño de levantar una copa y brindar juntos por algo que nos una y que no nos divida en esta vida, que sigue igual.
Así es