Un consorcio formado por BlackRock, el mayor gestor de activos del mundo, y Terminal Investment Limited (TiL), el brazo portuario de la naviera Mediterranean Shipping Company (MSC), ha concretado la compra de dos puertos clave cercanos al Canal de Panamá: Balboa, en el Pacífico, y Cristóbal, en el Atlántico. Esta operación, valorada en 22,800 millones de dólares, forma parte de un acuerdo más amplio con la empresa hongkonesa CK Hutchison Holdings, que incluye la transferencia del 90% de Panama Ports Company (PPC) y la gestión de 43 puertos en 23 países. La transacción, anunciada a principios de marzo, ha abierto un abanico de escenarios económicos, políticos y geopolíticos para Panamá, en un contexto marcado por tensiones internacionales y la presión de Estados Unidos.
El acuerdo se produce tras las declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump, quien ha insistido en «recuperar» el control del Canal de Panamá, alegando una supuesta influencia china sobre esta vía estratégica, que conecta 1,920 puertos en 170 países y maneja cerca del 5% del comercio marítimo global. Trump celebró la operación durante un discurso ante el Congreso de EE.UU., afirmando que una «gran empresa estadounidense» había adquirido los puertos, aunque el Canal mismo sigue bajo soberanía panameña, como recalcó el presidente José Raúl Mulino en respuesta: «El Canal es panameño y seguirá siéndolo».
La venta de Balboa y Cristóbal, operados por PPC desde 1997, pone fin a la participación mayoritaria de CK Hutchison, propiedad del magnate hongkonés Li Ka-shing, en estos activos. Para la empresa asiática, la transacción representa una ganancia de más de 19,000 millones de dólares en efectivo, mientras que para BlackRock y MSC supone un fortalecimiento de su posición en el transporte marítimo global. Según Larry Fink, CEO de BlackRock, esta adquisición responde a una estrategia de inversión a largo plazo en infraestructuras clave, proyectando ingresos anuales cercanos a los 1,700 millones de dólares antes de intereses, impuestos, depreciación y amortización.
En Panamá, la operación ha generado reacciones mixtas. Por un lado, se espera que la entrada de BlackRock y MSC impulse la modernización de la infraestructura portuaria, según indicó el titular de la Cámara de Comercio local. Sin embargo, también plantea interrogantes sobre la autonomía del país en un activo tan sensible. La Autoridad Marítima de Panamá ha anunciado que solicitará todos los documentos legales y financieros del acuerdo para garantizar que se protejan los intereses públicos, mientras una auditoría separada sobre las concesiones de CK Hutchison sigue en curso.
El trasfondo geopolítico agrega complejidad al panorama. La presión de Trump para reducir la influencia china en la región, alimentada por la anterior propiedad de CK Hutchison, parece haber influido en la decisión de la venta. Algunos analistas especulan que BlackRock, en colaboración con la Casa Blanca, buscó con esta maniobra consolidar su imagen ante el gobierno estadounidense, aunque la exclusión de puertos chinos del acuerdo sugiere un enfoque más comercial que político.
Para Panamá, los puertos de Balboa y Cristóbal son vitales: el 50% de la carga en Balboa proviene de Maersk, rival directo de MSC, lo que podría generar tensiones en la dinámica competitiva del sector. Mientras tanto, el gobierno panameño deberá navegar entre las expectativas de crecimiento económico y las presiones externas, en un momento en que el Canal enfrenta retos como sequías y el aumento de tarifas justificadas por la Autoridad del Canal de Panamá.
A medida que se concreten los detalles del traspaso, pendiente de la aprobación gubernamental, Panamá se encuentra ante un punto de inflexión que podría redefinir su rol en el comercio global y su relación con las grandes potencias.