José Manuel Bermúdez Esparza, que nació en Las Palmas, tierra de infieles, hace 57 años, ha sido padre por primera vez. Ayer estaba que se le caía la baba. El pequeño, que es un niño macho, se va a llamar como su padre. Ha estirado la cosa Bermúdez, pero nunca es tarde cuando la dicha es buena, no por mucho madrugar amanece más temprano, más vale tarde que nunca y todo eso. Ayer fue felicitado Bermúdez por los pelotas habituales, sus compañeros de partido y hasta por el presidente del Gobierno, Fernando Clavijo, que le prometió un regalo más pronto que tarde. Esperemos que se estire, porque Clavijo es más parco en gasto que otro que yo me sé. A Bermúdez se le ha puesto enseguida cara de padre y ahora tendrá que darle al niño el biberón, que es un ejercicio que garantiza la subsistencia de las nuevas generaciones. No conozco a la mujer de Bermúdez, pero la felicito igualmente por el feliz alumbramiento. No sé tampoco si Jose va a coger baja por paternidad, modalidad laboral más usada por la izquierdona que por el nacionalismo, porque la izquierda es más propensa a la molicie y a la desgana laboral, con sus honrosas excepciones. Y los de CC, como son pocos, entusiastas y no administran ideologías muy definidas, tienen fama de trabajadores. Así que bendito sea Dios, mi bienvenida al nuevo inquilino del mundo y que me inviten al bautizo para no ir, porque yo no voy a nada. Un abrazo, de verdad, Jose.
Bueno, pues Alejandro García-Ramos, que ha enviado sabrosas crónicas desde Panamá y de Colombia a este periódico on line, y Cristina Darias, su esposa, me han regalado un sombrero panamá, que ya saben ustedes que no se fabrican en este país sino en Ecuador. El sombrero panamá, que les costó120 euros, y yo lo agradezco mucho porque estoy muy mal de posibles, tiene a su alrededor toda una parafernalia para su cuidado y para doblarlo y dejarlo pequeñito, no más de un día, y meterlo en una maleta de viaje, muy cómodamente. Un especialista cuenta cómo hacerlo en nuestra sección de videos, al final de esta página. Es todo un rito doblar el sombrero.
Yo le dije a Alejandro que ya que me lo iba a regalar, pues que me trajera el más caro. En el Puerto, en la calle de La Hoya, hay una tienda en la que venden muy buenos panamás, pero no tan perfectos como los de la calle de los sombreros, en la capital de este país. A cambio del sombrero tendré que invitar a comer a esta pareja de buenísimos amigos, aficionados a los viajes y que han sido nombrados corresponsales volantes de El Burgado.com. Juan-Manuel García Ramos y yo estuvimos unos días estupendos en Cartagena de Indias, visitando la casa de García Márquez. Fue una visita breve porque el escritor estaba regular, tirando a mal, ido, no pudimos verlo pero sí recorrer los paisajes en los que vivió y disfrutó el gran autor de Aracataca. Alejandro y Cristina vienen hartos de langosta y de ver patrullar por sus alrededores a peligrosas rayas, de las que hablan en su artículo que publicamos hoy.