Al cardenal italiano Angelo Becciu, condenado a cinco años y seis meses por un tribunal vaticano por una operación, que dio pérdidas, de compraventa de un edificio en Londres, lo ha recibido esta tarde el papa León XIV. Francisco lo había apartado, porque el papa argentino era rencoroso, lo mismo que apartó al secretario de Benedicto XVI, el arzobispo alemán George Ganswein, y lo mandó de nuncio a Letonia. Una humillación innecesaria. Becciu iba a entrar en el cónclave, pero Parolín, que era el amanuense (más bien el encargado de las cloacas) de Francisco, sacó dos supuestas cartas del papa muerto, en las que prohibía su participación, a pesar de ser cardenal elector –menor de 80 años–. Francisco negó, pues, su presunción de inocencia a Becciu, que tiene pendiente de resolver un recurso de apelación ante el tribunal superior vaticano. Finalmente, aunque contaba con el permiso del decano de los cardenales, monseñor Re, Becciu no participó en el cónclave que eligió al nuevo papa, “por amor a la Iglesia”. Ahora ha sido recibido por el papa León XIV, sin que haya trascendido el contenido de la conversación mantenida, ya digo que hoy, entre ellos dos. O le perdona y lo reintegra con todos sus derechos en el Sacro Colegio, o confirma la decisión de Francisco. O espera al resultado de la apelación. Becciu fue condenado porque lideró una operación inmobiliaria en Londres, con bienes vaticanos de por medio, y parece que se equivocó en las valoraciones y que también desvió fondos hacia una fundación familiar. Lo que demuestra que la Iglesia de Cristo es más humana que divina y que los cardenales están en operaciones financieras que no son propias de Dios. Bueno, pues fuentes vaticanas me aseguran que en el caso de George Ganswein, la mano derecha de Benedicto XVI, que escribió un libro junto a un periodista italiano en el que Francisco no salía bien parado –yo creo que ni mal tampoco—, será llamado pronto a Roma. Y que es muy posible que más pronto que tarde engrose la nómina de cardenales de la Iglesia Católica. Con lo que se demuestra que el papa Prevost no es ni mucho menos –y uno lo agradece— la continuación de Francisco, sino una pieza separada. De momento, León XIV está poniendo paz en la curia, siguiendo la propia directriz de su –vamos a llamarlo– discurso inaugural, pronunciado en San Pedro, el día de su elección. Le hace falta paz al Vaticano, jubilar a unos cuantos elementos de la curia y dar paso a unos nuevos tiempos. Aire fresco.
miércoles, 25 junio,2025