Mira, Lalachús, si te hubieras atrevido a colocar la vaca sobre la foto de Mahoma en la estampita de fin de año, en vez de vacilarte del Corazón de Jesús, el moro te pone una fatwa y verías lo que es bueno. Dios no lo permita. Que aquí son todos muy valientes cuando se trata de ridiculizar a la Religión Católica, que hoy en día es pacífica –ya dieron los cruzados bastante caña al moro cuando aquellas guerras y ya sufrieron mucho los cristianos también, que se tuvieron que refugiar en las catacumbas para evitar la ira de los romanos–. Bueno, pues que Lalachús sea valiente, si quiere burlarse de las creencias religiosas de la gente y no se cachondee del manso. Acabaría, en el otro caso, como el Flaco de El Gordo y el Flaco, consumidita. Ya dije que Dios no lo permita. En fin, que yo no le doy mucha importancia al asunto, ni los obispos católicos tampoco deberían concedérsela, dada la catadura moral de la tal Lalachús, que es desagradable por cualquier esquina redonda que la mires. Los responsables del desaguisado son, en realidad, los directivos de TVE que permiten tal desmán en una televisión pública, despreciando las creencias religiosas de la inmensa mayoría de los españoles. Es como cuando Azaña, en uno de sus pocos ataques de estupidez, tras proclamarse la República, dijo: “España ha dejado de ser católica”. Una frase que no la mejoraría ni el idiota de Bolaños. ¿Qué tendrá que ver el culo con las témporas? Además, de la noche a la mañana nadie deja de ser nada para convertirse en más nada. Pero para mí el gran suceso de esta Navidad ha sido que alguien que se fija mucho en las obras de arte ha encontrado, en la maraña de personajes bíblicos pintados por Miguel Ángel en el techo y laterales de la Capilla Sixtina, ¡a María Magdalena! Versión rubia, por cierto, entre tanta gente de rostro más bien morenazo. María Magdalena está presente en la recreación de un pasaje de la Biblia de la Capilla, aunque ignoro cómo la han identificado. Tantos siglos han pasado, ha surgido hasta Lalachús y sus boberías y María de Magdala no había sido audible sino en una canción de Sabina y visible en un paso pobretón de la semana santa de mi pueblo. Lo cierto es que los frescos del genial pintor del papa Sixto de la Rovere siguen dándonos sorpresas, tanto en techos como en laterales de la Sixtina. A mí, una vez, y a mi hija María Eugenia, una multitud que recorría las estancias vaticanas nos depositó, en volandas, en la Capilla Sixtina, asfixiados como astronautas y yo comiéndole la mochila a un sueco que caminaba, o volaba, delante de mí. En fin, mejor la mochila de un sueco que un sobaco de Lalachús. Ustedes me dirán.
miércoles, 25 junio,2025