Ayer tomaron posesión los adjuntos a la diputada del común, Lola Padrón. Son tres. El primero, Antonio Alarcó; la segunda, Aránzazu Cabrera; y la tercera (la de Igualdad), Ana María León. Mucho efectivo para tan poco que hacer, me da a mí. Estuvo presente en la ceremonia Astrid Pérez, presidenta del Parlamento de Canarias, y la cosa se celebró en La Palma, calle Real, palacio de Salazar. El palacio de Sotomayor está cerca, no sé si Enrique lo habrá restaurado ya para convertirlo en parador o si quizá está en eso.
Enrique es primo lejano mío, pero no lo conozco. Me han hablado muy bien de él. Bueno, pues ya tiene Alarcó su carguito, no he visto hombre más trabajador y más amigo de una foto. Yo huyo de las fotos y él está pegado a ellas como los cochinos a las cáscaras y perdonen la comparancia porque Antonio es un amigo y un grandísimo médico. Me hubiera gustado ir a La Palma a aplaudirle y a pasarle el ciego por la chepa, pero mi problema con los divertículos hace que antes tenga que mandar a un propio a dibujar un mapa con los cagaderos limpios disponibles en el trayecto y no tenía de quién tirar esta vez. Otro día. En la Convención Nacional Republicana había gente con apósitos en las orejas como homenaje a Trump. Yo voy a patentar ese vendaje porque, increíblemente, no se cae y parece pegado al tronco de la oreja con un imán, como esos de nevera que yo colecciono. Hay dos misterios en el mundo, a la vista de que al papa siempre se le vuela el solideo: uno, cómo a los judíos no se les disparata la kipá, a pesar de la trabita; dos, cómo a Trump no se le desprende el vendaje del tronco de la oreja. La sede oficial de la Diputación del Común está en La Palma, aunque hay otras por aquí y en Las Palmas. Pero a estos cargos nadie les hace caso, el Gobierno se pasa por el forro sus peticiones. Por cierto, vaya leñazo le da Juan Carlos Girauta, ex diputado –me parece— de Ciudadanos y un buen cronista, un buen hombre de radio también, a Fernandito Clavijo en un periódico nacional que ahora no recuerdo. ¡Mi madre!, lo pone de chupa de dómine y a Coalición Canaria también. Les animo a que lean ese artículo. Pensaba reproducirlo, pero no he pedido permiso y me da cosa. Yo conozco a la familia de Clavijo desde que ellos vendían zotal, puerta a puerta. Es Fernandito de procedencia humilde, pero se vinieron arriba, tras vender fungicidas, de lo cual me alegro mucho. Me escribe gente animándome a que haga un análisis de cómo visten los políticos, pero yo no soy especialista en moda, así que lo dejo para otro. Cuando alguien luce chaquetas más o menos cortas y pantalones de pescador sí lo noto y lo cuento. Pero poco más. Me han colocado un piso turístico en mi edificio, a ver cómo lo cierro. Pediré ayuda a Juan Inurria, que domina estos temas, porque la escandalera baja por el patio de luz y ya se hace inaguantable. A ver, Juan, ponte al tema no me lo dejes para después del verano que en agosto los juzgados se convierten en los templos del tedio. Y eso.