⏱ 4 min de lectura
El ex secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, reclama al Supremo su libertad provisional tras observar cómo sus compañeros de causa pasean por la calle mientras él sigue entre rejas. La justicia, la política y el calendario electoral se cruzan en una historia con aroma a culebrón judicial.
En la España donde la aritmética política manda más que la aritmética judicial, la prisión provisional se ha convertido en algo parecido a un juego de sillas musicales: cuando la música para, alguno se queda sin asiento. Y esta vez el que se ha quedado de pie es Santos Cerdán, ex secretario de Organización del PSOE, que ha decidido plantarse ante el Tribunal Supremo y pedir, con toda la solemnidad que permite el barro judicial, su billete de salida de prisión.
Lleva encerrado desde finales de junio, oficialmente por riesgo de fuga y por aquello tan español de “no vaya a ser que manipule pruebas”. Hasta ahí todo muy judicial. Pero resulta que, mientras él sigue viendo el sol a través de barrotes, sus compañeros de baile —José Luis Ábalos y Koldo García— pasean por la calle con sus pasaportes retirados y la obligación de presentarse de cuando en cuando a firmar. Como quien pasa por el estanco.
Así que la defensa de Cerdán ha dicho basta: si a los otros les basta con la receta light de medidas cautelares, no hay razón para que él siga soportando el menú degustación completo. Y no les falta lógica, aunque sea de la de pasillo del Congreso.
El Tribunal Supremo tiene ahora sobre la mesa algo más que un simple escrito. Tiene un espejo incómodo: el de dos imputados libres y uno encerrado por el mismo caso, el famoso “caso Koldo”, que ya se parece más a un culebrón judicial que a una instrucción penal. Y en toda telenovela que se precie, siempre hay un personaje que se queda solo.
Los abogados de Cerdán han hecho lo que haría cualquier defensa con reflejos: recordar que la prisión provisional no es un castigo, sino una medida excepcional. Que debe usarse con bisturí, no con martillo pilón. Y que si el riesgo de fuga puede conjurarse con medidas menos intrusivas, mantenerle encerrado es poco menos que un exceso jurídico, y quizá un desliz político.
Por si fuera poco, el calendario también juega a su favor. El plazo máximo para mantenerlo en prisión vence a finales de diciembre. Es decir, que la cuenta atrás ya ha comenzado. Y en los pasillos judiciales —que tienen más eco que la sala del Supremo— algunos murmuran que su libertad podría llegar incluso antes de las campanadas.
Mientras tanto, el ex dirigente socialista observa cómo sus compañeros de causa respiran el aire libre. Y no parece estar dispuesto a ser el único que brinde por Navidad con menú carcelario.
El caso Koldo sigue acumulando capítulos con la velocidad de una serie en streaming. Y cada nuevo episodio tiene menos de instrucción y más de estrategia política y tiempos judiciales perfectamente acompasados al calendario electoral.
La pregunta que sobrevuela el ambiente no es jurídica, sino política: ¿por qué unos sí y otros no? Porque en este país, cuando la justicia se mezcla con la política, la lógica procesal a veces queda relegada al fondo del cajón.
Por lo pronto, la pelota está en el tejado del Supremo. Y Santos Cerdán, que ya ha esperado más de tres meses, ha decidido que no quiere ser el extra olvidado de esta historia. Quiere volver a casa. Como todos los buenos personajes secundarios que, llegado el clímax, se rebelan contra el guion.