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La semana termina con un menú degustación de política internacional, corrupción patria, energía en crisis y un pulso autonómico por fondos. Trump juega a portero de discoteca en la OTAN, Egipto organiza cumbres de paz como cócteles con canapés, Ayuso desafía al Gobierno Sanchista -otra vez-, la UCO levanta alfombras y Clavijo afila el discurso en Madrid. Mientras tanto, la luz parpadea como si también quisiera irse del país.
Sharm el-Sheikh – que difícil el nombrecito- será el escenario de la nueva “cumbre histórica” por la paz en Gaza. Asistirán más de veinte líderes mundiales, incluido Donald Trump, que nunca pierde la oportunidad de posar donde haya cámaras, banderas y posibilidad de soltar una fanfarronada con subtítulos internacionales. El guion está escrito: discursos lacrimógenos, apretones de manos, comunicados con palabras como “esperanza”, “progreso” y “paz duradera”… y cero cambios reales. Israel y Hamas intercambiarán rehenes como cromos siniestros y Europa —España incluida— pondrá su mejor cara de invitado que no pinta nada pero sonríe para salir bien en la foto.
Mientras se negocia la paz en el desierto, aquí negociamos con la física: Red Eléctrica de España ha advertido que el sistema eléctrico está bailando la lambada y que podríamos sufrir apagones si alguien respira demasiado fuerte. Nuestro sistema energético nacional es como ese enchufe flojo en casa de tu abuela: funciona mientras no lo toques. Un pico de consumo, una ráfaga de viento y nos quedamos sin quirófanos, sin Metro y sin Netflix. Y cuando pase, los ministros saldrán con linternas a decir “nadie podía imaginarlo”. Oscar Puente el primero, que esta muy contento de darle la mano al Rey el pasado Domingo.
Mientras aquí parpadea la luz, Trump juega al gorila en la cacharrería de la OTAN: ha sugerido expulsar a España por no gastar lo suficiente en defensa. Según él, somos el invitado gorrión que llega a la fiesta sin botella y se sienta en primera fila. Trump no habla, embiste. Y aunque su amenaza tenga más teatralidad que pólvora, el mensaje cala: si nuestros “aliados” nos ven como el primo pobre, un día no nos abrirán la puerta.
La UCO también ha dejado su sello: nuevos informes sobre la trama vinculada a José Luis Ábalos apuntan a tentáculos que llegan a varios ministerios. No es una telaraña: es una autopista de intereses con radar apagado. España ha convertido la corrupción en un producto gourmet: cada caso más elaborado, más transversal y más rentable. La UCO radiografía; la política, se encoge de hombros.
En la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso ha dicho que no elaborará ninguna lista de objetores de conciencia para abortos, como exige la normativa estatal. “Ni de coña”, ha venido a decir. Y ahí la tienes: desafiando de nuevo al Gobierno central y marcando perfil político. La medida no es menor: abre otra grieta ideológica que servirá de munición para semanas de ruido mediático.
Y desde Canarias, Fernando Clavijo afila discurso y maleta para verse esta semana con María Jesús Montero, vicepresidenta y ministra de Hacienda. Objetivo: conseguir más fondos para las Islas. Traducido al idioma real: intentar que, por una vez, Canarias no sea la última en la cola presupuestaria. Clavijo llevará cifras y demandas; Montero, sonrisa de “ya veremos”. El resultado puede ser inversión… o promesas envueltas en celofán.
Así cerramos la semana: una cumbre internacional que huele a photocall, una red eléctrica que tiembla, un expresidente americano haciendo de gorila diplomático, informes de la UCO que destapan la mugre institucional, una presidenta autonómica que le dice no al Gobierno y un presidente canario intentando que esta vez toque algo más que migajas. España, en medio, hace lo que mejor sabe: mirar a los lados, sonreír para la foto y esperar que pase la tormenta sin que se vaya la luz. Somos el país que siempre está, pero nunca manda. El coro desafinado de la ópera bufa mundial. Y aún habrá quien diga que aquí no pasa nada.