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viernes, octubre 11, 2024

32 pesetas

Lo que no son pesetas son puñetas. Esa es la palanca que hace mover el dinero en el mundo.  De la misma manera, todos sabemos que no vale lo mismo un euro que un dólar: cada moneda tiene su valor.  En España, la peseta fue sustituida por el euro en el año 2002. El dinero no deja la misma huella en todas partes.

En el siglo pasado, en los años 70, desde Venezuela se organizó una campaña de promoción exterior del país. El lema era “Venezuela, un país para querer.” Un entrañable eslogan que, como anillo al dedo, venía a recoger el estado anímico de muchas personas que habían vivido en Venezuela.

De la relación de Canarias con Venezuela, me gustaría destacar que la situación actual es diametralmente opuesta a la que fue en la década de los años 50 y 60 del siglo XX. Durante este período, muchos canarios emigraron a Venezuela, donde lograron prosperar gracias a su esfuerzo y esmero. Algunos canarios se quedaron de forma definitiva en Venezuela y allí echaron raíces. Otros regresaron a Canarias. Incluso algunos están en un continuo viaje de ida y vuelta.

Los emigrantes que fueron regresando desde Venezuela invertían sus ahorros en Canarias. En la década de los años 60, un bolívar equivalía a una importante cantidad de pesetas. Efectivamente, el cambio entre divisas conllevó que, durante cierto tiempo, por un bolívar te pudieran dar 32 pesetas e incluso algo más. Fue una oportunidad histórica que aprovecharon muchos canarios. Con el dinero que llegó desde Venezuela se impulsó la agricultura y el sector de la construcción.  Al mismo tiempo, España empezaba a transformarse en una potencia turística. La Constitución de 1978 supuso un empuje definitivo a los nuevos tiempos.

La ecuación que aplicaban los canarios en Venezuela era muy sencilla: esfuerzo igual a dinero. Sin embargo, hoy en día, a lo largo de todo el mundo, se ha cambiado esa fórmula matemática de éxito  por el llamado ascensor social.  Mucho me temo que ese término lo único que denota es precisamente un mero montacargas sin connotaciones económicas y sociales.  Qué lástima que ese espíritu incansable y emprendedor de los emigrantes canarios se haya diluido en un pupitre nemotécnico. Sobre los escritorios que sólo sirven para albergar la memoria y no para reflexionar, me remito a otro artículo que publiqué en El Burgado Digital y que tenía por nombre Guajarbar.

Respecto al panorama actual de Venezuela, sólo diré que probablemente en el país caribeño se ha consolidado el gatopardismo, también conocido por lampedusianismo.  Para un ciudadano normal, con el gatopardismo, las cosas nunca van a cambiar. Los poderes fácticos siempre lo impedirán.  Por su parte, para quienes quieren conservar su estatus de poder e influencia, en el gatopardismo la idea esencial es la siguiente:  hay que cambiarlo todo para no cambiar nada.  En el gatopardismo se recurre a   un discurso muy elemental cuyo único objetivo es conservar el poder a través de la mentira.

Si eres aficionado al baloncesto, seguro que el gatopardismo te recordará a la técnica de la cobertura y sobre todo al bloqueo en el que el adversario se convierte en un instrumento útil. Sin embargo, en el baloncesto, existen otras muchas estrategias con las que, respetando las reglas del juego, puedes contrarrestar cualquier movimiento del equipo adversario.

Hace años le preguntaron a una persona si sabía sembrar papas. La respuesta que proporcionó a esa cuestión fue, irónicamente, la siguiente: “no, corazón de boniato.” No sólo tienes que ser un experto en cosas como la agricultura sino también detectar cuál es el trasfondo. Lo más seguro es el esfuerzo propio. En otras palabras, cómo se diría en Venezuela: “ojo pelao.”

Jaime Díaz Fraga
Jaime Díaz Fraga
Abogado. Experto en movilidad internacional.

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