¿Y para qué fue?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se plantó en Berlín en un avión distinto al del rey, según creo –así ahorra el Gobierno— y Ceferín y la UEFA no le dieron bola. Lo ningunearon. Sólo Televisión Española lo blanqueó con dos minutos de pantalla, en una entrevista en la que es verdad que procuró no ser sectario. Todo el protagonismo de la representación española fue para el rey Felipe VI, para su hija la infanta Sofía y para el presidente de la Federación Española, Pedro Rocha, al que Sánchez se quiere cargar. Sobraba Sánchez, no tenía que haber ido, no se ha dado cuenta todavía de que no lo quieren sino los suyos, por las barrabasadas que a diario cometen él, su tropa y hasta su familia. No es un personaje apreciado por una de las dos España que él mismo ha resucitado. Lo mejor que podía haber hecho era quedarse en Madrid y dejar en paz el Falcon, porque se va a gastar el presupuesto nacional en sus viajes innecesarios. Con el rey y su hija estábamos perfectamente representados en la final de la Eurocopa. El fin de semana ha sido agitado. El atentado contra Trump, que traerá cola y le dará el triunfo en las elecciones si el candidato es Biden, el triunfo de Alcaraz en Wimbledon ante Djokovic, que le convierte en el número uno del mundo y en segundo ganador consecutivo de la copa de oro y el partidazo de España ante Inglaterra, que le da a nuestro país la Eurocopa por cuarta vez. Del gol de Marcelino al de Oyarzábal y para uno de mi edad parece que fue ayer. Total, un fin de semana de gloria, que pone a España muy alto en el deporte europeo. Vamos a ver el papel que hacemos en las Olimpiadas de París y vamos a ver si el yerno de Sabiniano, paz descanse, se manda a mudar de una vez. Sería un verano redondo, pero no nos caerá esa breva.