En España, los 34 delitos de falsificación (11 facturas, 12 vales y 11 cheques) que cometió Donald Trump, según ha estimado el jurado que ha determinado su culpabilidad en Nueva York, harían reír al jurado, al juez, al público en general y hasta a las autoridades civiles y militares.
Todo el tinglado se montó porque Trump realizó esos cambalaches para darle a su ex abogado, Michael Cohen, disfrazándolos de anticipo, 130.000 dólares destinados a conquistar a una actriz subida de tono, que le gustaba al ex presidente. Que en el país del dinero en efectivo, como son los Estados Unidos, una personalidad política y económica como Donald Trump necesite recurrir a vales y a cheques y facturas falsas para reunir una cantidad tan ridícula parece de locos.
La elementa en cuestión se llama Stormy Daniels, aunque tiene otros nombres también. No le ha sido muy fiel a su amante ocasional. Ha sido productora porno y más cosas, tiene un buen historial, y parece que mantuvo un idilio, naturalmente pagado, con Donald Trump, antes de que éste fuera presidente.
Para más inri, en los Estados Unidos no es delito pagar por callar, así que a Trump lo han cogido como un pardillo por hacer tantos vales y tantos cheques de una empresa de Delaware, disfrazarlos de anticipos y entregarlos a su abogado para que hiciera el reparto, letrado que también debe ser un pájaro de cuidado. El fiscal se agarró a él como se agarra al palo del gallinero la cagada de una gallina. Y a Trump le podría costar la cosa cuatro años de cárcel (los delitos no son acumulables), si no logra que una apelación ante un tribunal superior paralice unos meses su entrada en el talego.
Será, en todo caso, muy cerquita de la Convención Republicana de Milwakee, Wisconsin, en julio. Si es elegido candidato las cosas pueden cambiar. Si no, podría tener un problema.
Estos son los gobernantes que deciden los designios del planeta. Sánchez, en España, amnistiando a diestro y siniestro; Biden, que se cae siempre por las escaleras del Air Force One, en USA; Putin, en Rusia haciendo el pato y envenenando aquí y allá; Zelenski, en Ucrania, que no se cambia la camiseta ni a patadas; y Trump, que falsifica vales para tontorronear con señoritas de dudosa reputación, que diría el admirado catedrático don José María Hernández Rubio. Ah, y Begoña, la de Sánchez, negociando con Air Europa y de catedrática chimba –bueno, un poco menos— de la Complutense; y así. Ejemplar todo.
