Japón ha elegido a Sanae Takaichi como nueva Primera Ministra, un hecho histórico en un país donde el poder político ha estado tradicionalmente dominado por hombres. La dirigente del Partido Liberal Demócrata (LDP) se impuso en la segunda vuelta de las elecciones internas del partido con 185 votos frente a 156 para su rival Shinjirō Koizumi, hijo del antiguo primer ministro Junichirō Koizumi, uno de los líderes más populares de comienzos de siglo.
El LDP, fuerza conservadora que gobierna Japón casi de forma ininterrumpida desde 1955, venía de sufrir un notable desgaste. En las elecciones de julio de 2025 para la Cámara de Consejeros (la cámara alta del Parlamento), perdió 18 escaños y quedó con 101, mientras que su socio tradicional, el Komeito, pasó a 21. Este último partido, de inspiración budista y vinculado al movimiento Sōka Gakkai, ha sido el aliado habitual del LDP desde los años noventa, aportándole votos decisivos para mantener la mayoría parlamentaria.
El retroceso electoral del bloque gobernante abrió espacio a nuevas fuerzas. El Partido de la Innovación de Japón (Ishin), de tendencia liberal y reformista con base en Osaka, reforzó su papel como tercera fuerza, mientras que el Sanseitō, de corte populista y conservador, experimentó un ascenso inesperado. Ante este nuevo panorama, Takaichi negoció un pacto de coalición con Ishin para asegurar la gobernabilidad. En la votación parlamentaria posterior, la nueva líder obtuvo 237 votos frente a 14G de la oposición, consolidando su nombramiento como jefa de gobierno.
Dentro del LDP, Sanae Takaichi se ha destacado por su cercanía ideológica al fallecido ex primer ministro Shinzō Abe, de quien fue ministra de Interior y Comunicaciones. Es considerada una firme defensora de las “abenomics”, la política económica basada en estímulos fiscales, flexibilización monetaria y reformas estructurales que marcó la era Abe. Cuenta, además, con el apoyo de Tarō Asō, veterano político y ex viceprimer ministro, lo que la sitúa dentro del ala más conservadora y nacionalista del partido.
Desde el exterior, la elección ha generado expectación, especialmente en China. Un portavoz del Ministerio de Exteriores de Pekín declaró que el Gobierno chino “toma nota del resultado, que es un asunto interno de Japón”, pero subrayó la importancia de que Tokio “mantenga los compromisos políticos asumidos en cuestiones esenciales como la historia y la cuestión de Taiwán, impulse una política racional hacia China y promueva una relación estratégica de beneficio mutuo”.
Con este nombramiento, Japón abre una nueva etapa política marcada por el liderazgo de una figura experimentada y de fuerte personalidad, en un contexto de fragmentación parlamentaria y tensiones geopolíticas crecientes en Asia Oriental.





