Qué asco de país

Por un lado ganamos la Eurocopa y un tenista español vence en Wimbledon, pero por el otro los políticos de las dos Españas siguen sin dar la talla y tenemos, fíjense, a la mujer del presidente del Gobierno investigada por corrupción –de momento presunta–, al fiscal general del Estado investigado por delitos graves de revelación de secretos –otra vez, supuestos–, y a un presidente del Gobierno que casi nadie aguanta y que ha mentido y ha falsificado una tesis doctoral y ni siquiera se le pasa por la cabeza dimitir. Y que ha dividido a España para seguir sentado en su trono de cartón. La verdad, no somos nada ejemplares me parece a mí. Somos mucho lo que Cervantes retrató en sus novelas ejemplares. La España de la picaresca se ha trasladado a las altas esferas y sólo nos quedan dos instituciones: la Monarquía y el Poder Judicial, que creo que están dando la talla. Del Poder Judicial excluyo, naturalmente, al Tribunal Constitucional, convertido por el Gobierno de Sánchez en un instrumento para lograr sus fines. Fines tan espurios como la amnistía que avergüenza a la justicia española y que chirría en la de Europa. Este es un asco de país, pero en medio del asco surge la esperanza porque estos deportistas que ayer se pasearon por Madrid concentran en ellos nuestros mejores valores. Han luchado por un ideal, han vencido y, naturalmente, han cobrado, pero también cobran los políticos y sin hacer nada, o haciéndolo todo mal. No son buenos tiempos para España, lo ha reconocido ayer hasta el rey, cuando se dirigía a los jugadores de la Selección. Es bueno que la familia real esté cerca de estos jugadores que conquistaron la Eurocopa. Ayer contábamos en la crónica del partido que Ceferín tuvo la deferencia de que fuera el monarca, junto a él como presidente de la UEFA, quien entregara la Copa de Europa de Selecciones Nacionales al capitán, Morata. Un detalle que España agradece y que da idea de que hasta Ceferín, que no debe estar muy enterado de lo que ocurre en España, o a lo mejor sí, sabe por dónde camina. Menos mal. No estará ahí por casualidad, sino seguramente por sabiduría.