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La NASA ha anunciado un hallazgo que tiene al mundo científico en vilo: el rover Perseverance ha detectado en Marte lo que podrían ser los indicios más sólidos hasta la fecha de vida microbiana antigua. El descubrimiento procede de una roca bautizada como Cheyava Falls, situada en la Formación Bright Angel, en el lecho seco de un antiguo río que desembocaba en el cráter Jezero. Pensada para tener entre 3.200 y 3.800 millones de años, la piedra presenta unas manchas oscuras y unas vetas blanquecinas que, combinadas con minerales y compuestos orgánicos, sugieren la posibilidad de procesos biológicos remotos, aunque todavía no existe una confirmación definitiva.
Los expertos han identificado en Cheyava Falls minerales como vivianita y greigita, asociados en la Tierra a la descomposición orgánica y a entornos húmedos y pobres en oxígeno, típicos hábitats de vida microbiana. También se han detectado carbono orgánico, fósforo y azufre, así como estructuras con texturas curiosas descritas como “manchas de leopardo” (leopard spots) y vetas de sulfato de calcio blanco que atraviesan la roca. Estas características sugieren que la piedra pudo interactuar con agua hace milenios, lo que aumentaría las posibilidades de que haya albergado vida.
Sin embargo, los científicos subrayan que estos indicios no constituyen una prueba de vida antigua, sino lo que se conoce en astrobiología como biosignaturas potenciales: señales que podrían tener origen biológico, pero que también podrían explicarse mediante procesos geológicos no biológicos. Por ello insisten en que la confirmación exigirá un análisis mucho más profundo, idealmente en laboratorios terrestres, tras el retorno de las muestras recogidas por Perseverance. Las misiones de retorno de muestras (Mars Sample Return mission) están diseñadas para esa finalidad, aunque su calendario se ha retrasado debido a limitaciones presupuestarias.
El lugar del hallazgo, la Formación Bright Angel en el valle de Neretva Valles, era un antiguo cauce fluvial que alimentaba el cráter Jezero, donde se cree que hubo un lago hace miles de millones de años. Ese escenario lo convierte en un entorno idóneo para la preservación de huellas de vida: sedimentos, arcillas y minerales que retienen agua o la conservaron en el pasado son las claves para que los rastros orgánicos no hayan sido degradados por condiciones climáticas extremas o la radiación cósmica. Perseverance pasó ya a la historia al tomar muestras en ese paraje en julio de 2024, que podrían ofrecer datos determinantes cuando se analicen con toda la instrumentación de la Tierra.
A largo plazo, la misión de retorno de muestras será esencial: recuperar esas piedras para someterlas a los métodos más precisos, como microscopía, espectroscopía avanzada y análisis químicos que no pueden realizarse en Marte con los medios existentes. Hasta entonces, la comunidad científica se mueve con cautela: celebrar con prudencia lo que puede ser un paso enorme para la astrobiología, pero sin saltar a conclusiones a partir de hipótesis que aún podrían tener explicaciones alternativas.