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Mientras el Gobierno de coalición atraviesa uno de sus momentos más delicados, el partido Podemos ha aprovechado la coyuntura para marcar distancias y reclamar visibilidad política. La secretaria general del partido, Ione Belarra, aseguró este fin de semana que el “ciclo político” de Pedro Sánchez “ya ha terminado”, insistiendo en que el Ejecutivo actual está agotado y sin rumbo. No es la primera vez que la formación morada lanza este tipo de declaraciones, pero el tono y el contexto dejan claro que la ruptura con el PSOE es ya casi total.
Belarra realizó estas afirmaciones durante una reunión extraordinaria del Consejo Ciudadano Estatal, convocada para analizar los efectos del conocido como caso Koldo, que implica directamente a figuras clave del PSOE como Santos Cerdán y el exministro José Luis Ábalos. Podemos acusa al partido socialista de haber fracasado estrepitosamente en su promesa de regeneración democrática y de haber vuelto, sin ambages, “a la cultura de la corrupción”.
Este giro en la retórica de Podemos no solo responde a una legítima preocupación por la transparencia institucional, sino también a una estrategia clara: reconectar con su electorado más combativo y desencantado. En un intento de resucitar el espíritu del Podemos de 2014, Belarra apeló directamente a quienes les dieron su apoyo en los primeros años del partido y que hoy, afirma, se sienten “defraudados” por Sánchez.
Más allá de las denuncias por corrupción, el discurso de Podemos también sirvió para cargar duramente contra el gasto militar y la relación del Gobierno con la OTAN. La reciente carta enviada por Sánchez a la Alianza Atlántica, en la que rechaza públicamente elevar el gasto militar al 5% del PIB —aunque sin cerrar completamente la puerta a incrementos futuros— fue calificada por Belarra como una maniobra de “postureo”. Según la líder morada, el presidente “se agacha ante Trump” mientras traiciona el mandato progresista que le llevó al poder.
Lo que llama la atención no es solo el contenido del discurso, sino su timing. Podemos parece haber detectado una oportunidad política clara: el desprestigio del PSOE en plena tormenta mediática, la falta de iniciativa del actual Ejecutivo y la creciente frustración del electorado progresista. Sin embargo, su posición se torna cada vez más incómoda: ni está dentro del Gobierno ni forma parte del bloque de socios que han optado por sostenerlo críticamente.
En el fondo, la intervención de Belarra parece menos una enmienda al Gobierno que una apuesta por el relevo. Podemos no solo denuncia la deriva socialista, sino que aspira a liderar una alternativa. La duda ahora es si ese discurso aún tiene eco en una izquierda fragmentada, y si el electorado está dispuesto a volver a confiar en quienes, pese a sus críticas, también formaron parte de un Gobierno que hoy descalifican por completo.