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viernes, 23 mayo,2025

Parthenope

Deben ustedes poner el acento en la primera “é”, pero respeto el nombre original de la sirena que dio nombre a Nápoles. Es también el título de la película de Paolo Sorrentino (2024), mi director favorito desde que murió Federico Fellini, aquel que hizo de la Vía Veneto el gran teatro de la Dolce Vita. Me he quedado hechizado con la belleza de la actriz Celeste Dalla Porta, una joven que tiene 27 años y que da vida a una hermosa Parthenope, que nació en el mar. Este homenaje de Sorrentino a su Nápoles natal da pie a frases como: “La belleza, al igual que la guerra, abre todas las puertas”, que pronuncia el actor Gary Oldman, en su papel del premio Pulitzer John Cheever, un escritor real y borracho, tipo Hemingway. Sorrentino cautiva, al menos a mí. Me enamoré de su cine desde “La Gran Belleza”, puro surrealismo italiano, lo mismo que esta “Parthenope”, la vida de una acomodada antropóloga que no sabe lo que es la antropología; que se tira (bueno, de aquella manera) a un cardenal en tanga rojo y con el pelo teñido de negro y al que se le ha metido en la cabeza ser papa. Es el custodio del tesoro de San Genaro, patrón de Nápoles, al que se le licúa la sangre dentro de la sagrada ampolla, tras el acto de amor entre Parthenope y su eminencia, que fuma y bebe como un carretero. Ya digo, surrealismo del bueno y un homenaje a la ciudad de la costa amalfitana, a los pies del Vesubio, una ciudad excesiva, de contrastes asombrosos y tan azul, que yo he visitado en un crucero (si vas, no lleves el Rolex en la muñeca, mételo en el bolsillo y pálpalo de vez en cuando). Hay un pasaje de la peli, precioso, en el que la joven Parthenope, que está enamorada de su hermano y hechizada por la obra del autor americano John Cheever, le dice a éste que se ha leído todos sus libros y el escritor, lleno de alcohol y tabaco, le responde: “Bueno, la vida está llena de desgracias”. Sorrentino, ganador de un Oscar por “La Gran Belleza”, es para mí el nuevo Fellini, surrealista e irrespetuoso, que ganó cuatro Oscar nada más y nada menos, siendo italiano. Ha tenido el acierto Sorrentino de rescatar a Stefania Sandrelli (78 años) para hacer de Parthenope mayor, recién jubilada como profesora de la Universidad de Trento. Su destino como docente tenía que haber sido Nápoles, pero impartió clases de Antropología durante 40 años en Trento, cuya cátedra ganó jovencísima (así reza el guion de la peli, no se trata de una historia real, al menos que yo sepa, aunque incluya a personajes reales como Cheever). El amor, el sexo, el humor, negro y blanco, todo tiene espacio en esta enorme película, con Nápoles y Capri como telones de fondo, incluido el Barrio Español donde la cámara recorre una sucesión de viviendas con escenas de locura en cada plano. Y también continuas tomas surrealistas, entre ellas la visión de un niño/monstruo que nunca sabré si existe realmente o es un globo hinchable, hijo del mentor de Parthenope en la Universidad de Nápoles, el sufrido, pintoresco y excéntrico profesor Silvio Orlando, en la ficción. Con más categoría académica, desde luego, me recuerda al sabio catedrático Pepe Isbert, en su breve papel en “La Casa de la Troya”. Dios, qué peliculón me ha ofrecido Movistar; uno no puede separar la vista de la pantalla. De momento no ha tenido suerte con los premios, pero para mí era otro Oscar para Sorrentino. Lo que pasa es que últimamente los premios Oscar son un fraude y muy pesados, como la plomiza película “Oppenheimer” (que ganó en su día el de la mejor peli), la insoportable cinta mexicana “Roma” (diez nominaciones a los Oscar y León de Oro en Venecia), las mariconadas de Almodóvar y otras porquerías como esas. Además de los de este año 2025, bastante insoportables y poco atractivos. Yo me quedo con “Parthenope” una y mil veces. La recomiendo con vehemencia. Hay hasta un guiño final a Maradona, con una carroza ganadora del Calcio, que circula por delante del gran hotel de la avenida marítima de Nápoles, cerca de donde atracan los cruceros y lugar donde te roban el Rolex aunque no estés allí. Porque Maradona, en Nápoles, es Dios. Forma parte de los altares de la ciudad y la gente le reza cada mañana, antes que a su propio y antiguo Dios. Maradona es casi tan Dios como San Genaro.

Andrés Chaves
Andrés Chaves
Periodista por la EOP de la Universidad de La Laguna, licenciado y doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, ex presidente de la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife, ex vicepresidente de la FAPE, fundador de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna y su primer profesor y profesor honorífico de la Complutense. Es miembro del Instituto de Estudios Canarios y de la National Geographic Society.

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