El periodista, desde el cine a la literatura, desde luego injustamente, ha sido encasillado dentro de un estereotipo de vago y menesteroso, sobrero y pendenciero, saltimbanqui y embaucador. Bueno, ya dije que injustamente, aunque algo de verdad hay en esos calificativos, todos ellos dolorosos y peyorativos. Pero la situación se agrava. Con la aparición de la Inteligencia Artificial (IA), el estatus fraudulento del periodista adquiere proporciones de escándalo y conozco a compañeros que la usan para todo, consolidando así su gandulismo y el carácter trapacero de una profesión de robaperas que tiende a la desaparición, más pronto que tarde. El obediente Chat GPT te redacta la crónica de un partido de fútbol en menos de lo que canta un gallo, se conoce el nombre de los futbolistas y los minutos de los goles. Tú se lo pides, el Chat GPT elabora una crónica primorosa y tú te limitas a retocarla, añadiéndole alguna pincelada particular para que el público, que es imbécil, crea que es tuya. Esto que les cuento está ocurriendo ya y hasta yo mismo, en mis cada día más numerosos días de vagancia, he recurrido al truco para publicar alguna noticia. Pronto le encargaré una novela, la presentaré a los premios Planeta y, si tengo suerte y logro engañar al jurado, ganaré y me haré rico, previos los descuentos de la voraz e insaciable Agencia Tributaria española. A mí ahora me provoca publicar una novela de la mamancia nacional, de la mamandurria de los que rodean al poder, que no es poca sino mucha, y que está poniendo a este país en la cola de Europa. Pues se la voy a encargar al Chat GPT, a ver qué sale, y si resulta lo que yo espero, la retoco, la publico y lo que me hubiera costado un año, o más, me lleva una semana y encima gano un premio millonario. ¿Decían ustedes que el mundo no estaba cambiando? ¿Qué ocurre hoy con el trabajo de campo para una tesis? Antes contratabas a un negro, ahora se lo dejas todo al Chat GPT, que es un negro electrónico, gratuito y misterioso. Incluso hay negros electrónicos de pago, muy baratos y aún más eficaces que los otros. En los últimos tiempos he mantenido muchas entrevistas con profesores de la Universidad de La Laguna y de la de Las Palmas de Gran Canaria y los veo aterrados con la IA. Algunos están de acuerdo conmigo en certificar la muerte del periodismo y acaso de la literatura, haciendo realidad aquella famosa frase de Oscar Wilde: “La literatura ya no se lee y el periodismo es ilegible”. A lo mejor resulta que el Chat GPT nos devuelve la imaginación y, con ella, la vida. Aunque sea a costa de resucitar a los vagos irredentos que antañazo pululaban, con el cigarro en la boca y los ojos vidriosos del alcohol, por las cochambrosas redacciones de los periódicos.
sábado, 19 julio,2025