Mañana, la junta

Mañana, jueves, se celebra la junta general del Tete. Una vez Rayco García ya se encuentra libre de la presión de la denuncia –no se conoce si habrá recurso contra el sobreseimiento provisional de su causa sobre presuntas coacciones–, deberá recapacitar sobre si le conviene tomar el control de la entidad deportiva, una vez que ayer dimitió Paulino Rivero, como estaba previsto, como presidente. ¿A quién prefiere la afición, ese ente invisible, a Rayco o a Garrido? No lo sé. Es como decir, ¿a quién quieres más a mamá o a papá? Supongo que a Rayco, que habla como nosotros, más que a Garrido, que vino aquí a ganar dinero y que lo que ha hecho es armar un lío tras otro. El Tenerife está hecho unos zorros y con la cabeza proa al marisco de la Primera Federación. Enderezar el rumbo deportivo es difícil; y en lo económico, está a las puertas del concurso de acreedores desde que uno de estos acreedores denuncie al Tete ante un juzgado de lo Mercantil. Las cosas no pintan bien. Ya ni el Granadilla/Costa Adeje/Tenerife/Egatesa, o como se llame, que tiene más nombres que un coburgo, quiere formar parte de la entidad blanquiazul, porque Sergio Batista, su presidente, es más listo que una tea y a él no lo trinca la marea. Tampoco funcionó el plan de Rosa Dávila/Carlos Alonso. El Cabildo no ha puesto un duro para adecentar adecuadamente el estadio Heliodoro Rodríguez López –que adquirió el organismo insular en la noche de los tiempos por 21 millones de pesetas, una ganga— y su presidenta habla y habla pero no resuelve nada. Y, por lo que se ve, Carlos Alonso tampoco. Total, que un equipo que llegó a cuartos de la UEFA con Javier Pérez está ahora al borde de la disolución, con unos socios que van a perder millones de euros tras aquella euforia que se desató en la compraventa de acciones –hasta yo vendí las mías porque no las quería para nada, a mí el Tenerife me aburre y lo único que me motiva es el Real Madrid–. La buena noticia (para Rayco) es que la guerra personal desatada contra él ha cesado, por resolución judicial. Se acabó, a otra cosa. Y eso tenía nervioso al chico, que hasta lleva guardaespaldas, como se vio a la salida de los juzgados. Aquí no hacen falta, hombre, tú camina tranquilito y compórtate, que esta tierra es noble y tranquila y si no que me lo pregunten a mí, que una vez me echaron a gritos del estadio por decir que el árbitro había acertado pitando un penalti contra el Tete. Casi me matan. Y otra vez, un presidente del Cabildo, ya difunto, me dijo que me iba a partir las piernas. Gajes del oficio, como dijo don Alfonso XIII tras el atentado contra él en la calle Mayor de Madrid. Pero guardaespaldas no hacen falta, ni matones de discoteca, ni nada parecido. El Tete no vale una misa. El Tete es un mojón, como si habláramos, llevándolo al terreno de la política, de un concejal de Cuenca.