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martes, 30 septiembre,2025

Maduro denuncia ante la ONU el despliegue naval de EE. UU. en el Caribe y advierte de un “asedio” contra Venezuela

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El Gobierno de Nicolás Maduro ha denunciado ante la ONU lo que considera un intento de “intervención militar” y, desde la tribuna oficial, el presidente ha definido el presunto “asedio” como una oportunidad para “fortalecer las defensas de la patria”, mientras ordenaba patrullas marítimas y llamaba a la inscrip­ción masiva de milicianos. Las explicaciones de Estados Unidos, que defiende la operación como una misión antidroga, no han rebajado la alarma en Caracas ni en la región.

El origen de la crisis es un movimiento de fuerzas que Washington justifica por la lucha contra el narcotráfico: según fuentes oficiales norteamericanas, varias fragatas, destructores Aegis y embarcaciones de gran tonelaje, junto a miles de efectivos —incluidos marines—, han sido concentrados en el sur del Caribe para interceptar corredores marítimos usados por cárteles y redes criminales. La Casa Blanca recalca que la operación se desarrolla fuera de las aguas territoriales venezolanas y que su objetivo formal es cortar las rutas del tráfico de estupefacientes, no preparar una invasión.

Esa narrativa no ha convencido al Ejecutivo chavista. Caracas remitió una carta a Naciones Unidas pidiendo la intervención del secretario general y el cese “inmediato” del despliegue, al tiempo que elevó protestas por vía diplomática: reuniones del embajador venezolano con el coordinador residente de la ONU y consultas con aliados regionales han sido parte de la ofensiva para ganar apoyo internacional. El Ministerio de Exteriores calificó las maniobras de “agresión” y advirtió del peligro que, a su juicio, supone la militarización del Caribe.

Maduro buscó traducir la tensión en cohesión interna. En un acto militar y en varios mensajes públicos afirmó que “el asedio” fortalece a la nación y anunció el refuerzo de patrullas navales y drones para vigilar la costa, además de impulsar el reclutamiento voluntario en las milicias y ejercicios de adiestramiento. La retórica oficial combina la denuncia externa con un llamamiento patriótico dirigido a la población y a las Fuerzas Armadas, que han salido a la calle y al mar para dar una imagen de control y disuasión.

La presión estadounidense tiene también una dimensión judicial y de seguridad: la administración norteamericana ha intensificado las medidas contra redes criminales con vínculos en Venezuela, incluyendo recompensas millonarias por la localización de determinados dirigentes vinculados, según Washington, al llamado “Cartel de los Soles”. Esos anuncios, y la visibilidad de la flota en la región, alimentan la narrativa oficial chavista sobre un intento de desestabilización, pero también aumentan la complejidad de la respuesta diplomática: aliados y organismos multilaterales se debaten entre la condena del presunto entramado ilícito y el temor a una escalada militar en la región.

¿Qué implicaciones prácticas tiene el choque? En primer lugar, la militarización simbólica y real del espacio marítimo obliga a reprogramar rutas comerciales y de transporte y a reforzar medidas de seguridad en puertos del Caribe; en segundo lugar, la crisis abre una ventana de incertidumbre política para regímenes vecinos y aliados de Caracas, que deben calibrar sus posiciones entre solidaridad y pragmatismo; por último, la confrontación —aunque por ahora limitada a gestos de fuerza y notas diplomáticas— puede alterar la dinámica del narcotráfico en la región, que a su vez repercute en flujos migratorios y en la economía local.

La incógnita que queda por despejar es hasta qué punto la escalada ofrece réditos políticos internos a Caracas y a Washington respectivamente. Para Maduro, el golpe comunicativo le permite reforzar el control y justificar medidas de movilización; para la Administración estadounidense, exhibir capacidad naval y de despliegue funciona como advertencia y como mensaje doméstico de mano dura contra el crimen organizado. Entre ambas lecturas, la comunidad internacional —y muy especialmente los países del Caribe y América Latina— observa con inquietud, consciente de que la estabilidad regional puede resentirse si las maniobras se eternizan o si una provocación aislada impulsa una reacción desproporcionada.

En los próximos días serán clave cuatro elementos: la respuesta formal del Consejo de Seguridad de la ONU a la carta de Caracas; la verificación internacional de la naturaleza y alcance de las operaciones estadounidenses; la evolución de la presencia naval en la zona (refuerzos o repliegues); y la capacidad del diálogo diplomático para desescalar una tensión que por ahora se libra en mar abierto, en telegramas y en discursos.

Redacción
Redacción
Equipo de Redacción de elburgado.com

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