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Los Zamorano le han vendido el hotel Bahía del Duque, un hotelazo, si bien un poco descuidado últimamente, a Lopesán, la principal empresa de Canarias en varios campos de la actividad económica, entre ellos el hotelero. Su líder es Eutasio López, que sigue a la espera. Bueno, da igual qué espera. Se baraja una cifra: 350 millones de euros. Por ahí va la cosa. El Bahía del Duque llegó a ser un emblema para la hostelería de Canarias. Con esta operación, la familia Zamorano se desvincula de la actividad hotelera, después de su fracaso en Italia, donde no le salió bien una operación de un hotelazo de lujo junto a un lago, no sé si el de Como, el de Garda u otro. No les va a faltar dinero para vivir, eso lo tengo claro. Lo malo es que el Bahía del Duque pase a control canarión, pero qué se le va a hacer. En la isla de enfrente hay más dinero que aquí.

Su competencia, la empresa de Enrique Hernandis, parece que se ha hecho con el control del cinco estrellas de Buenavista del Norte, que tiene campo de golf. El otro día me encontré con Enriquito en Los Limoneros, pero me olvidé de preguntarle por esa operación y por el hotel que iba a construir en Tacoronte y del que nunca más se supo. Es una lástima que Enrique se haya enfadado con su amigo de toda la vida, Jorge Menéndez, a quien Enrique le debe favores universitarios, que yo sepa y, naturalmente, hasta aquí puedo decir. Jorge vive feliz, ya retirado de la arquitectura, después de haber trabajado toda la vida. La operación del Bahía del Duque no sorprende mucho, porque parece que la familia propietaria había revivido experiencias traumáticas del pasado, por culpa de la segunda generación. En fin, para qué vamos a andar con chismes, no vale la pena. También hay cierta crisis en la familia Cobiella y no vamos a estar publicando nada. ¿Para qué? Esas cosas es mejor dirimirlas dentro de casa. Son cuitas también de la segunda generación. Bueno, en este caso y también de la primera. Excepto comer con los amigos, no he hecho nada relevante en los últimos días, así que el recurrente diario personal con el que sustituyo la ausencia de actualidad no me saldrá redondo esta vez. Y como Sánchez se ha ido a Andorra, ya queda fuera de mi jurisdicción. En cuanto a la mierda en las playas, la cosa no la arregla la Fiscalía, que no va a ir a la playa con una pandorga a recoger truños, la arreglan los millones que hay que invertir en los emisarios y en el saneamiento de la isla. Porque un concejal o un consejero del Cabildo sólo deberían ser empapelados por tollos, no por no poner las manos en los emisarios para que la mierda no se desmadre. Un concejal no puede arreglar lo de la mierda, ni un fiscal tampoco: lo arreglan los ingenieros y los millones de nuestros impuestos.

En todo caso, ellos tendrán culpa in vigilando o in vaganciando. Lo cierto es que la mar de fondo en la costa Norte ha sacado todos los truños almacenados en las profundidades, pero la gente, que es muy osada, sobre todo los turistas, se bañaban, que yo los vi, al lado de las alfombras de caca sobre el mar. Si Bertolt Brecht viviera compondría unos versos: Truños en el mar. Y la canción consiguiente la cantaría Massiel, como cantó Rosas en el mar, con letra del susodicho. Ya no me queda más que contar a ustedes, desocupados lectores, aunque mañana será otro día y pasado otro. Espero que se diviertan con Pipol. Por cierto: estoy batiendo récords, 700.000 visitas a un video mío sobre la mala salud de hierro del rey de Marruecos en las redes sociales. Me estoy superando a mí mismo, después de viejo. Sólo en tik-tok, 350.000. Joder, qué gozada. Aunque mi récord, sólo en tik-tok, está en 725.000 me parece. Supongo que alguien estará cobrando todo esto. Yo no.