Primero Sánchez llama fascista a Meloni, esa chica enamorada de La Gomera que gobierna en Italia, y después la condecora con la Gran Cruz de Isabel la Católica. Son las contradicciones de este sociópata, que ahora ha optado –y hace bien— por meterse en La Moncloa y no ir ni a misa. Mientras, Zapatero se atreve a ir al Parlamento Europeo, a un foro de igualdad, y diputados de Vox españoles lo ponen a parir y lo llaman asesor de narcos y asesinos como Maduro, lo que es una verdad absoluta. Zapatero es un imbécil contumaz, y su cerebro, del tamaño de una almendra, sólo está preparado para ganar dinero a espuertas y aumentar de modo exponencial su patrimonio. Este es tonto, pero no tanto como para incrementar su patrimonio. Tiene casas en León, Madrid y Famara (Lanzarote), se sospecha que le han dado la explotación de una mina de oro en Venezuela y sus hijas, las góticas, poseen un negocio de ropa que les aporta pingües beneficios. Donde más venden es en Venezuela. Parece que compran excedentes de ropa en Europa y montan boutiques en Caracas y en otras ciudades venezolanas. No les va nada mal. Mientras, Sonsoles, hace gorgoritos en cualquiera de los chalets familiares y canta en el coro. Es una familia ejemplar. Él asesora a narcopresidentes como Maduro y se alinea con los del grupo de Puebla, serie de mentecatos de la izquierda latinoamericana, con una deriva comunistoide que da pena. Ahí está él también, henchido de entusiasmo. Menos mal que la derecha en aquel continente está perdiendo el miedo, después de actuaciones estelares de valientes como Milei, que ha sacado del pozo a la Argentina, o Bukele, que ha librado a El Salvador de la desaparición como país, encarcelando a los miembros de las maras, que asesinaban y hacían la vida imposible a sus habitantes honrados. El Salvador es ahora otro país. Cuando la derecha pierda el miedo del todo y las personas de esa ideología no tengan reparo a decir que lo son, el mundo entrará en otra dimensión. Un paso gigante lo ha dado Estados Unidos con la elección de Trump. Que ya no será el mismo Trump de antes, alocado y sin rumbo, sino otro distinto, bien asesorado y con personajes gigantes a su lado, como Elon Musk. Se acabaron los devaneos de los demócratas, que había elegido a una incapaz como candidata –Kamala Harris– y a un viejo decrépito como Biden para dirigir el mundo. Parece mentira que los norteamericanos hayan caído en eso. Las cosas están cambiando en el mundo y hasta los sirios quieren convertirse en una democracia parlamentaria, lo cual sería un milagro, pero, ¿por qué no?
viernes, 23 mayo,2025