La soledad de Begoña

Están por ahí las imágenes de Begoña Gómez, sola, en el banquillo del juzgado del magistrado Peinado, que la trató con exquisita educación, como no podía ser menos. Había una letrada listilla de la acusación, que el juez puso en su sitio, y no concedió excusas para las fechas de una nueva vista: pongan ustedes el día, un día en el que no tengan otros señalamientos, dijo más o menos el juez. O sea, que aquí no escapa nadie, porque allí mismo citaron a la Bego para que la seguridad de La Moncloa no esconda los papeles, que si están aquí, que si están allá. El juez ha actuado con una corrección admirable, ya digo. Que aprendan otros, que son bastante mandones, aunque no sea la tónica. Un banquillo es solitario, territorio hostil, aunque uno vea de reojo a su abogados sentados en el atril. Es desagradable. Bego estaba allí, algo escurrida y con pocas palabras que decir. 200 policías, cuatro drones y un helicóptero y una escolta cercana le cubrían las espaldas. El juez Marlasca, que ha cambiado mucho, se ha hecho como más gubernamental y menos juez, se pasó de la rosca. ¿Quién iba a molestar a la Bego? Mucho mejor una escolta discreta y menos alharacas y ruidos en esta España que lo menos que necesita es, precisamente, ruido. Bueno, pues el viernes 19, otro show de Marlasca en Madrid, en los juzgados, para proteger –¿de qué, de quién, de la prensa?— a la hija de Sabiniano el de las saunas gays, paz descanse. Se volverá la presidenta a sentar en el banquillo del juez Peinado, a dar explicaciones, igual que Barrabés, su amigo del alma, que ya ha salido del hospital y lo han trincado, porque el hombre se fue con sigilo, según dicen las crónicas. La verdad es que la trama me parece interesante porque es variada y cómica al mismo tiempo, a la par que rentable, según todos los indicios. Yo de la justicia europea no me fío, porque parece que hay topos; de la española, bastante más. Y me da que las claves las va a descifrar un competente y veterano juez español. ¿Habrá sorpresas? Siempre hay sorpresas cuando uno entra en un juzgado. Es como un laberinto.