No hay nada más peligroso, dentro de los varios tipos de censura que existen, que la autocensura. Es decir, la que se practica uno mismo para que el autor y su medio puedan seguir existiendo. Es la que quieren obligar Sánchez y otros a practicar a la prensa y la que la prensa de provincias, sobre todo, tiene que poner en valor para poder recoger las migajas de la publicidad institucional. No sólo el PSOE es culpable, también ocurre cuando gobierna el PP. Y hasta los partidos menores, con pasta disponible. Cada político se cree un dictador y la mejor forma de ejercer esta deleznable profesión es convencerse de que domina a la prensa. A la prensa se la compra con dinero, por supuesto, con el suficiente para que su paupérrima existencia, que se extiende al mundo mundial, le haga seguir tirando. Los periodistas, con excepciones, tenemos vocación de robaperas. Si hiciéramos un examen de conciencia colectivo veríamos que somos la consecuencia de un estado de opinión, y no al revés, que sería lo lógico: crearlo. Hemos dejado de ser verdugos para convertirnos en víctimas, dentro de ese juego de inversiones de conceptos en el que se ha convertido el mundo. Tenemos tantos condicionamientos, y más en ámbitos informativos pequeños, que es imposible trabajar en libertad, porque la presión nos agobia y cuando no es la presión social es la familiar y cuando no es la familiar son las leyes ad hoc, dictadas para amordazar la información y al informador. Ahora mismo, en los Estados Unidos, que siempre fue la cuna de la libertad, la prensa está altamente condicionada por el poder que ejerce Trump, que es tan dictador como Putin, pero con menos campo de acción. Indudablemente, el mundo vive momentos de zozobra por las guerras, que ya no se hacen todas desde las trincheras sino desde los medios, como dejó muy clarito Goebbels cuando el nazismo conquistó Europa. O sea, que tampoco es nuevo. Hay guerras más crueles moralmente que las de los tanques y una de ellas es la guerra de la información, también más sibilina y traicionera que la otra. ¿Y la libertad? Es un concepto muy hermoso, pero tremendamente violentado por el personal. Para un gobernante no es cómodo gobernar con la presión de los medios (incluyo redes sociales, aunque éstas sufren mucho menor control que los medios tradicionales), así que lo que suele hacer es cargárselos. ¿Y cómo? Es muy fácil: quitándoles su principal financiación, que es el dinero de la publicidad pública, ya sea en una ciudad, en una comunidad autónoma o en un país. Son unos mierdas porque no aguantan la crítica a su mal gobierno. Y entonces amordazan al periodista para que practique algo tan espurio y sucio como la autocensura. No va para nadie en particular, no le busquen tres pies al gato, va para todos en general. Para todos los mierdas que en este mundo son.
lunes, 23 junio,2025