No sé por qué permitieron al papa Francisco, que acaba de fallecer, sus apariciones esporádicas en Semana Santa. Eso lo mató. El papa estaba grave desde hacía mucho tiempo, pero se empeñó en salir a la ventana de los antiguos apartamentos papales a impartir la bendición urbi et orbi y en pasearse por San Pedro, soportando corrientes de aire cuando no podía ni siquiera respirar. Los que atendían a su salud tenían la responsabilidad de desaconsejárselo, con lo que me imagino que ya no estaba en sus cabales porque tenían que haberle obligado a que permaneciera en Santa Marta. Se abre el periodo de la sede vacante y empiezan a aparecer nombres de candidatos, pero ya se sabe que, en el cónclave, quien entra papa sale cardenal. Hay favoritos, todos de la cuerda de Francisco, que fue quien los nombró cardenales. ¿Avances en la Iglesia? Los justitos. Quedan muchas cosas por resolver en una Iglesia que pierde fieles a marchas forzadas y que ha fomentado las rivalidades dentro de la curia. ¿Por qué Francisco desterró al arzobispo Ganswein a Letonia, esto es caridad cristiana? ¿Por qué no lo nombró cardenal? Su pecado fue escribir un libro crítico, a favor de la memoria de Benedicto XVI. Los cardenales electores que han de nombrar al nuevo pontífice son mayoritariamente de la cuerda de Francisco. ¿Quién será el elegido? No se sabe, pero sí lo sabremos en unas cuantas semanas, en cuanto el camarlengo convoque a los miembros del Sacro Colegio desperdigados por el mundo y los llame a Roma. Francisco se empeñó en salir a la calle en Semana Santa, en contra de la voluntad de los médicos. Quiero decir que a lo mejor quiso precipitar su muerte. El esfuerzo que hizo en estos días no concuerda con los dos meses de descanso que le recomendaron los doctores. Quería morir en el ejercicio de sus responsabilidades, aunque esta es una hipótesis, no una certeza. Están doblando las campanas de la catedral de La Laguna, impresionan, pero no se suspenderá la ceremonia de proclamación del nuevo obispo, Eloy Santiago, prevista para el 1 de mayo. Esta noticia ha sido confirmada a El Burgado por fuentes del Obispado nivariense. Ya hay movimiento en la curia vaticana, ya se empieza a hablar de candidatos. Ya empiezan las inevitables capillitas: los italianos por un lado, los latinoamericanos por otro, los del resto de Europa por otro, los africanos, los asiáticos. Parece que el cónclave estará más reñido que otras veces, pero quién sabe. Ya digo que en la reunión de cardenales para elegir pontífice, quien entra papa sale cardenal. Bergoglio no era, en su día, el favorito. Y salió elegido pronto, hubo humo blanco antes de lo que se preveía. Aquí, desde donde les escribo, las campanas no tocan a duelo. Es extraño, un despiste del párroco. Francisco no ha sido un papa brillante. Le han nominado ya como “el pontífice de los pobres”. Pues tampoco, o sí, pero como todos deben serlo. De los pobres y de los ricos. Yo prefiero a un intelectual al frente de una Iglesia que se muere poco a poco, que ha dejado de influir como antes en el mundo, que se ha contagiado de muchas modas y que no ha resuelto de verdad sus problemas. Una Iglesia muy castigada por la opinión pública que necesitaba de un papa intelectual, enérgico, progresista, una combinación muy difícil de conseguir. A ver si los cardenales tienen suerte con el nuevo. Pero que no se circunscriba la labor de un papa a tolerar y acaso a bendecir la homosexualidad, a investigar y castigar los abusos, a dar paso a la mujer en la gestión de la Iglesia. Las tres cosas son incuestionables: la homosexualidad existe y la sociedad civil la acepta sin problemas; los matrimonios entre hombres también los han legislado los estados; los abusos se han producido y se producen y se investigan y se condenan y se castigan; el celibato es perentorio anularlo y la mujer debe entrar en la Iglesia, en un plano de igualdad con los hombres. Lo contrario sería también contrario a los tiempos. Esto es incuestionable. Y hace falta un debate y acaso un concilio que ponga orden. Este papa no lo consiguió, porque todo fueron palabras y unas pocas soluciones provisionales. La Iglesia debe olvidar el viejo cisma y modernizarse de una vez. Debe cambiar. Y para eso hace falta una figura a su frente, no un jesuita argentino que tuvo más voluntad que acierto. Y lamento mucho su muerte.
domingo, 18 mayo,2025