La mejor escena fue, en el interior de San Pedro, en dos sillas forradas de terciopelo, sobre el escudo pontificio grabado en el suelo, Zelenski y Trump, erigidos en protagonistas del funeral, charlando sobre el futuro de Ucrania, como en una confesión. La foto es de premio.

Fuera, 250.000 personas y 50 jefes de Estado y de Gobierno se disolvían, cada uno con sus escoltas. Un despliegue de seguridad perfecto y una ceremonia solemne, pero al mismo tiempo bastante sencilla, oficiada por el cardenal Gian Bautista Re, decano del Sacro Colegio Cardenalicio, un hombre de 91 años que ha elogiado en su discurso su cercanía al papa muerto y la cercanía de Francisco hacia los pobres. Ha sido, repito, una ceremonia bastante sencilla, con un ataúd muy plano, sin adornos, y hemos visto a la concurrencia aplaudir con calor algunos pasajes de la homilía de monseñor Re, muy cuidada. No ha dado ninguna directriz a los cardenales, por supuesto, esto se hace en otros ámbitos. Tampoco hace sospechar nada que el sucesor de Francisco vaya a ser un cardenal suyo, quiero decir, de sus ideas. No necesariamente. La Iglesia es muy variada, pero muy sensata. Es muy difícil que entre tanta gente sabia se elija a uno que tenga por norma equivocarse. Pero los protagonistas fueron Trump y Zelenski, uno como mediador y el otro en guerra con Rusia. Una guerra que pueda que se acabe hoy, porque las delegaciones preparaban otra reunión entre los dos líderes, que sucederá a la teatral sobre el mármol de la basílica de San Pedro, que ha sido la de la foto para el mundo. Comienza ahora la parte importante del ceremonial: el cónclave, que previsiblemente comenzará un día de la próxima semana o quizá de la siguiente, veremos. Se tienen que resolver algunas cosas antes, como la presencia en él o no del condenado por un tribunal vaticano, el cardenal Angelo Becciu, y otras cuestiones que serán resueltas por el Colegio de Cardenales. La organización del funeral ha sido excelente, se nota la disposición vaticana a la diplomacia. El cadáver del papa descansa ya en el espacio que ocupó un modesto armario de la iglesia de Santa María la Mayor. Si la Iglesia está dividida, que lo está, eso no se muestra. Conozco sacerdotes que detestaban al papa Francisco. Y conozco a otros que lo admiraban y a otros que no se pronunciaron nunca, sino que acataban el mandato del Espíritu Santo. Hay gobiernos –como el de España— que se han apropiado de la figura de Francisco, que no quiso venir a España siendo papa. “Que se pongan primero ellos de acuerdo”, llegó a decir, más o menos. Ha muerto un papa controvertido, a veces irascible, a veces bondadoso, que no le tembló la mano a la hora de quitarse de encima a quien le molestaba o a quien le discutía, o a quien no actuaba según sus deseos. En fin, la iglesia de Santa María la Mayor, una de las cuatro basílicas papales de Roma, será el gran marco de la sepultura de Francisco. En lo que antes fue un armario descansa ya Francisco, pontífice de la Iglesia Católica, bajo una lápida que pone su nombre en latín. A lo mejor su primer milagro será la paz en Ucrania, o a lo mejor será un papa sin milagros. ¿Y eso quién lo sabe? El Vaticano ha cumplido, ahora que cumplan los políticos seglares. Mañana, sin duda, sabremos más.