La reciente cumbre de Cooperación Económica Asia Pacífico en Seúl mostró el alcance real de un foro capaz de coordinar políticas económicas y estratégicas entre países muy distintos. Corea del Sur aprovechó el encuentro para proyectar su capacidad para atraer interlocutores de todo el Pacífico. El resultado ha sido seguido con atención por los medios internacionales y ha servido para crear vínculos que luego definen rutas comerciales y prioridades de inversión.
Al observar la dinámica de APEC surge una cuestión inevitable. El espacio hispano no dispone de un foro equivalente. Existen mecanismos regionales parciales, pero ninguno articula una cooperación económica que conecte de forma estructurada a España con Hispanoamérica ni a sus empresas con el resto del mundo. La comparación con APEC pone esta carencia en evidencia. Allí se reúnen economías que entienden que el futuro se decide en encuentros donde la agenda es clara, el enfoque práctico y la continuidad está garantizada por un marco común.
La edición de Seúl ha servido para recordar que estas plataformas no nacen de manera espontánea. Se construyen con visión de largo plazo y con una convicción compartida de que la cooperación económica requiere algo más que declaraciones políticas. Es razonable plantear la necesidad de un espacio hispano de cooperación económica internacional que funcione con la regularidad, el pragmatismo y el alcance que APEC ha conseguido después de décadas de trabajo.
Si el mundo acude a Corea del Sur para coordinar la arquitectura económica del Pacífico, algo similar debería impulsarse en el ámbito hispano. Una arquitectura que permita crear una plataforma estable donde gobiernos, empresas e instituciones puedan fijar prioridades comunes. La cumbre de Seúl ha recordado que quien organiza el foro organiza también el futuro. En el espacio hispano, ese foro aún está por nacer.





