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La historia fue cruel con una España que rozó la gloria. En un St. Jakob‑Park abarrotado y teñido de rojo y blanco, Inglaterra se proclamó campeona de Europa por segunda vez consecutiva tras un agónico empate (1-1) y una tanda de penaltis (3-1) que castigó la falta de acierto de las españolas. El conjunto de Sarina Wiegman resistió el dominio técnico de la Roja y supo aferrarse a la épica. España, fiel a su estilo, fue mejor durante la mayor parte del partido, pero no encontró premio. El fútbol volvió a recordarle al mundo que no siempre gana quien lo merece.
España arrancó con autoridad. Desde el pitido inicial, las de Montse Tomé impusieron su ley: posesión, triangulación y una presión alta asfixiante. Aitana Bonmatí y Vicky López manejaban el ritmo con solvencia, mientras que Ona Batlle y Olga Carmona ofrecían profundidad por las bandas. El dominio se tradujo en el marcador en el minuto 25. Un centro quirúrgico de Batlle desde la derecha fue cabeceado con temple por Mariona Caldentey, que firmó el 0-1. El gol no cambió la dinámica. Inglaterra, desconectada y sin ideas, solo encontraba alivio en balones largos. Para colmo, su estrella Lauren James se lesionó antes del descanso.
La entrada de Chloe Kelly tras el parón fue un giro de guion. Su energía contagió a una Inglaterra hasta entonces superada. En el 57, encontró a Alessia Russo con un centro preciso que la delantera del Arsenal transformó en el empate con un cabezazo inapelable. España acusó el golpe, pero no se descompuso. Salma Paralluelo y Clàudia Pina dieron velocidad y verticalidad al ataque, y el asedio se intensificó. Sin embargo, entre el muro defensivo inglés y las intervenciones de Hannah Hampton, el gol no llegó.
Durante los 30 minutos adicionales, el guion fue el mismo: España atacando, Inglaterra resistiendo. Las ocasiones se sucedieron en la portería inglesa, especialmente en botas de Salma y Aitana, pero el balón se negaba a entrar. El miedo a perder se mezcló con el deseo de ganar. El desenlace, inevitable, llegó desde los once metros.
La tanda empezó esperanzadora para España con la parada de Cata Coll a Beth Mead. Pero el sueño se deshizo rápidamente. Mariona, Aitana y Salma fallaron sus lanzamientos, víctimas de los nervios y de Hampton. Solo Teresa Abelleira marcó. Inglaterra, más certera, no perdonó. Chloe Kelly, otra vez heroína como en 2022, selló el título con el penalti definitivo.
España se despide de la Eurocopa con la cabeza alta, tras un torneo sobresaliente y una final donde fue superior durante muchos minutos. La decepción es inmensa, pero el futuro es prometedor. Esta generación, campeona del mundo en 2023 y de la Nations League en 2024, ha vuelto a demostrar su nivel. Pero esta vez, el fútbol le dio la espalda.
Inglaterra, sin brillo pero con coraje, revalida el título europeo y consagra a Sarina Wiegman como la entrenadora más dominante del fútbol femenino reciente. Ganaron sin dominar, resistiendo. Y al final, en el silencio que dejó el último penalti, fue su grito el que se escuchó más alto.