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lunes, septiembre 9, 2024

Inauguración de los Juegos Olímpicos, pasada por agua

Fue una ceremonia rara, llena de barcos y salpicada de actuaciones musicales, deportivas, de moda, culturales, cuya estrella me pareció lady Gaga, reivindicando el París de la belle-epoque, o algo así. En todo caso fue una ceremonia colorista y distinta, que quiso ser original, mal trasmitida por la televisión por causa de un largo recorrido fluvial que hacía casi imposible que los realizadores se lucieran. Comenzó una nueva edición de los Juegos Olímpicos, la número treinta y tres de su era moderna, desde que Coubertin los rescató para nuestro tiempo.

Francia quiso aportar una ceremonia distinta, sin estadio olímpico de por medio, ni más palcos que los de los puentes y la tribuna de autoridades. Como estaba previsto, llovió y unido a que navegaban a contracorriente por el Sena, los deportistas batirán menos marcas porque sufrirán unos catarros insoportables en cuanto salga el sol. La Villa Olímpica se llenará de médicos y habrá menos cachondeo, a pesar de los 300.000 condones que han sido repartidos entre las delegaciones. Hay que evitar consecuencias mayores que un catarro.

Caballeros medievales mezclados con miembros de gala de la Gendarmería completaron el show televisivo que se prolongó hasta altas horas de la noche hasta que se encendió el pebetero, después que un ladrón de tejados se paseara por los tejados de París, con saltos inverosímiles siguiendo el curso del Sena. Es difícil asumir a un caballero medieval o un marciano, que el uniforme los confundía, con una capa con los aros olímpicos. Para mí fue un poco esperpéntica la ceremonia, que después del Sena se trasladó a tierra firme.

Entonces fue cuando la Torre Eiffel se hizo fondo de todas las miradas, mientras la lluvia seguía derramando lágrimas enormes sobre el cielo de París, que seguro que mañana amanecerá limpio y claro como es habitual en estos meses de verano en la ciudad de la luz. Pero la Naturaleza quiso ser parte activa de la Olimpiada número 33 de la nueva era. Pianistas, coros, música estridente, bailes tormentosos, todo eso formó parte de la coreografía extraña, que parecía diseñada por artistas diferentes, no había un guion unitario en la cosa. No había unidad de actuación. Eran retazos de espectáculos diseminados por París.

La gente aguantó en las tribunas y a la hora en que escribo nada ha terminado, ahí siguen, entre izados de banderas y cánticos y chauvinismo diverso y toda la grandeur, pero una especie de grandeur moderna, que Francia ha sido capaz de inventar para celebrar unos Juegos, en los que aparecen figuras mundiales del olimpismo para dar más lustre al espectáculo. Con alfombra roja y todo.

Es difícil hacer una crónica coherente ante tanta variedad. En otro lugar de esta edición se habla de la reivindicación del Sena y es verdad. El río se ha reivindicado, por fin, y todo lo que flotaba en él se ha depurado, pero será por poco tiempo. Los franceses tampoco son demasiado limpios, en general. No nos quejemos de nosotros mismos.

Les podría contar más, pero ustedes lo vieron en televisión. Lo que hacen falta ahora son medallas.

A. Hernández-Romero
A. Hernández-Romero
Bajo el seudónimo de A. Hernández-Romero escribe un colectivo de periodistas deportivos que colabora con este periódico.

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