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En una 45ª edición de la Ryder Cup que mantuvo a los aficionados en un continuo ataque de nervios, Europa logró retener el codiciado trofeo con un ajustado 14½-13½ frente a un combativo equipo estadounidense en Bethpage Black. La victoria, la primera en suelo americano desde Medinah 2012, llegó tras una jornada donde los europeos resistieron una remontada que pudo haber sido histórica para los locales.
Con un marcador inicial de 12-5 a favor de Europa tras la lesión de Viktor Hovland, que forzó un empate automático por reglamento, el equipo de Luke Donald necesitaba solo dos puntos para retener el trofeo y dos y medio para asegurarlo por completo. Sin embargo, Estados Unidos salió con todo, liderado por un inspirado Cameron Young, quien se coronó como el MVP americano con tres victorias y un empate. Young venció a Justin Rose en el hoyo 18 con un birdie desde tres metros, recortando distancias y encendiendo las esperanzas locales.
Tommy Fleetwood, que llegaba invicto con cuatro victorias, no pudo mantener su racha ante Justin Thomas, quien empató su partido con otro birdie crucial en el 18. Por su parte, Jon Rahm, tras un inicio fulgurante en la competición, se desinfló en la jornada final, cayendo 4 y 3 ante Xander Schauffele en un duelo donde nunca tuvo opciones.
Cuando la presión alcanzó su punto álgido, Europa encontró a sus salvadores. Ludvig Aberg dio un respiro al equipo con una sólida victoria 2 y 1 sobre Patrick Cantlay, llevando el marcador a 13 puntos. Sin embargo, fue Shane Lowry quien escribió su nombre en la historia. Enfrentado a Russell Henley en el hoyo 18, con el trofeo en juego, el irlandés ejecutó un approach magistral, dejando la bola a dos metros y medio del hoyo. Henley, obligado a embocar desde el bunker, falló su putt, y Lowry no perdonó, asegurando el empate que garantizaba la retención del trofeo. La celebración fue emotiva: Rahm abrazó a Lowry, mientras José María Olazábal, visiblemente conmovido, no pudo contener las lágrimas.
Tyrrell Hatton puso la guinda al pastel con un medio punto frente a Collin Morikawa, sellando la victoria definitiva con un marcador de 14½, la quinta vez que Europa gana en suelo estadounidense desde que la Ryder Cup se abrió al continente en 1979.
La jornada no estuvo exenta de tensión. Rory McIlroy, en un vibrante duelo contra el número uno del mundo, Scottie Scheffler, no pudo sumar el punto decisivo, pero su esfuerzo mantuvo a Europa en la pelea. Bryson DeChambeau, por su parte, protagonizó una remontada épica, recuperándose de estar cinco hoyos abajo para arañar un medio punto que mantuvo vivas las esperanzas americanas.
A pesar de la presión y un ambiente hostil, el equipo de Luke Donald mostró temple y carácter. Desde los veteranos como Rose hasta los debutantes como Aberg, Europa combinó experiencia y juventud para superar un desafío que, por momentos, pareció escapársele de las manos.
Con esta victoria, Europa suma 14 triunfos en las 23 ediciones de la era moderna de la Ryder Cup, consolidando su dominio en la competición. La celebración en Bethpage, con abrazos y lágrimas, reflejó el significado de este logro para un equipo que supo sobreponerse a la adversidad y llevar el trofeo de vuelta al Viejo Continente.