Si el Real Madrid hubiera perdido ayer su partido ante el Real Mallorca (2-1) se habría producido la mayor injusticia de la historia del fútbol.
Hasta nueve balones de gol detuvo Leo Román, el portero del Mallorca, declarado MVP del partido, con justicia. El Mallorca sólo fue al Bernabéu a defenderse, cuando al Real Madrid le faltaban doce jugadores de la plantilla, nada más y nada menos. No creo que esto se haya repetido una sola vez en la historia del Club.
Mbappé y Arda Güler se echaron el equipo a la espalda, tras marcar el Mallorca, como ha sido la tónica habitual de los rivales del Madrid en la Liga. El equipo realizó un esfuerzo extraordinario para remontar ese gol, entre un mar de piernas y un portero que hizo nueve paradas de balones que iban a la portería y que hubieran podido ser goles.
Yo no me atrevo a destacar a nadie en el Madrid, porque el triunfo vino por el tremendo esfuerzo colectivo, sobre todo de los chicos de la cantera, pero por encima de todos por parte de Mbappé y de Güler, que desde el principio fueron la columna vertebral del equipo. Pero, ¿qué decir de Fran García, de Valverde, de Mòdric, de Ceballos, del desubicado Bellingham, de todos los que se rompieron el alma para remontar el partido de hoy y para no darle la Liga al Barcelona antes de tiempo? Si le gana hoy al Español, la tendrá. Si no, que sigan esperando.
El Madrid ganó con una formación de chiquillos, en su campo, ante 70.000 personas que no abandonaron al equipo, a pesar de las humillaciones ante el Barça y a que ya casi no hay Liga.
Cuando marcó Mbappé faltando media hora, el Madrid apretó en su área al Mallorca, que renunció al ataque por completo. Muriqi jugaba de central, Larin desapareció, sólo había defensas. Y hasta el último minuto del descuento, en el minuto 50, siguió presionando el Madrid cuando Fran García lanzó una bolea, peinó Vallejo y Jacobo Ramón, un chico de la cantera, remató ante la salida dubitativa del portero mallorquín. El Bernabéu entonces vibró, como en las grandes noches: el Real Madrid retrasaba la fiesta del Barcelona, que ahora está en manos del Español y saldrá al campo un poquito más nervioso. O no.
La grandeza del fútbol tiene mucho de relato épico. Hoy el Madrid tuvo que recurrir a la épica para vencer al Real Mallorca, en su papel de mosca cojonera. No le pudo hacer el favor al Barça, ni hacérselo a sí mismo, el equipo balear. Y al equipo de blanco le queda no la esperanza, que no, sino la obligación de despedir con honores a su entrenador, un hombre que ha hecho al Real Madrid más grande.