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sábado, julio 6, 2024

El pequeño Moisés, vergüenza de Europa

Una vergüenza absoluta. Un despropósito cuya solución no está en nuestras manos, sino en las de aquellos que ocupan puestos de responsabilidad política en altas instancias. No me siento español ni europeo. Solo quiero sentirme un ser humano en un mundo global que ha perdido el norte, el sur y cualquier punto cardinal moral.

Han enterrado en Gran Canaria a un niño de cuatro años de Costa de Marfil, ahogado en aguas del Atlántico cercanas a Canarias. El pequeño Moisés Yván Mathis Brou partió en una embarcación rumbo a las islas desde la costa de Marruecos. Murió víctima de un naufragio a finales de junio del año pasado. España se desentendió del asunto y dejó que el país vecino interviniera.

La patrullera marroquí llegó 17 horas después de que los familiares de los migrantes dieran el aviso. Nada pudieron hacer, salvo rescatar a 24 supervivientes. En la patera viajaban 37 personas, entre ellas un bebé y dos niños, uno de ellos Moisés.

Es inconcebible. Han llegado a normalizar la muerte de desesperados seres humanos que solo buscan una vida mejor, sin sed, sin hambre, sin persecuciones, sin ser objetos de intercambio en guerras. Eso deseaba la madre de Moisés, quien, al no poder subir a la patera, encomendó el cuidado de su pequeño a los que ya se apiñaban en el cayuco de la esperanza, finalmente convertido en embarcación de muerte.

Moisés ha recibido finalmente sepultura cristiana en Telde, un año después. Su madre ni siquiera pudo estar presente en la misa y el entierro de su hijo. No consiguió los papeles para asistir al sepelio. Malditos trámites burocráticos e impedimentos económicos. Algún desalmado funcionario aplicó las normas tan estrictamente que Charlotte tuvo que seguir la ceremonia por videoconferencia. Una voluntaria de una ONG leyó el sábado la carta enviada por ella. “Tú me decías: mamá, quiero ir a la escuela, y yo te decía que cuando llegaras a España irías a la escuela. Perdóname, Mois. Si pudiera volver atrás en el tiempo, lo haría y no habrías cruzado el mar”, escribió.

Es espeluznante, vergonzoso e indigno. Somos, son, un país de mierda. El caso del pequeño es portada en medios de todo el mundo y objeto de comentarios que han dado a conocer su triste historia. No es el único y, lamentablemente, no será el último. Porque mientras los acomodados políticos y funcionarios de aquí y de allá no tengan la suficiente catadura humana para avergonzarse y responsabilizarse de cientos de muertes en nuestro mar próximo, nada va a cambiar.

No es noticia que el Atlántico trague esperanzas. No importa que el mundo se esté desmoronando.

Que la vida de seres humanos valga cero para un mundo acomodado -gracias al saqueo de tierras expoliadas- es desolador. Ahora, sus nietos solo buscan una vida mejor.

Ernest Calderón
Ernest Calderón
Colaborador de elburgado.com

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