El martes por la noche, todos los cardenales electores –133 concretamente— pernoctarán en los dos edificios de la Casa Santa Marta del Vaticano. Ya el camarlengo ha sorteado las habitaciones que ocuparán los purpurados menores de 80 años. Serán atendidos y servidos por monjas de diferentes comunidades, porque sus ayudantes no tienen sitio en Santa Marta. De las reuniones previas al Cónclave se habla mucho, pero de temas de la Iglesia, entre ellos del celibato sacerdotal y del acceso de la mujer a responsabilidades más cercanas al altar. Pero con mucha prudencia, porque los papables no quieren descubrir sus cartas, es peligroso hacerlo ahora.
Los cardenales electores podrán trasladarse a pie desde Santa Marta a la Capilla Sixtina, que ya está terminada, de acuerdo con las instrucciones del cardenal camarlengo y del decano del Sacro Colegio, que se reparten las funciones en la sede vacante. Pero si van a pie, y no en las guaguas preparadas al efecto, deberán seguir un determinado sendero, con la escolta de la Guardia Suiza, que no les quitará ojo.
En las últimas horas se habla mucho de un cardenal de origen materno español, llamado Robert Francis Prevost Martínez, norteamericano de nacimiento y peruano de nacionalidad –o sea, que tiene las dos nacionalidades–, agustino. En un tiempo fue acusado de ser demasiado permisivo con los sacerdotes peruanos abusadores de menores, a los que separó de sus localidades de ejercicio pastoral, pero no castigó, ni denunció. Este informe ha sido muy cuestionado, está en algunos portales vaticanistas. De hecho, Prevost ha sido uno de los protagonistas de las sesiones anteriores al Cónclave y se ha convertido en candidato. Es muy culto y ha sido el responsable del Dicasterio para los Obispos. ¿Será el papa número 267? No lo sé, en realidad sólo lo sabe el Espíritu Santo, que es algo muy complicado de entender. Yo, en cierta ocasión, en compañía de Nieves, una amiga, subí los 535 escalones de la cúpula de San Pedro, que son de madera. Hoy me habría dado claustrofobia, una enfermedad –o lo que sea—que me ha entrado después de viejo.
Ya la sufro en los ascensores, dentro de un avión y en espacios muy cerrados. Es jodido, no crean. Entonces, cuando subí, no hacía más que pensar en que si alguien se tiraba un pedo, sobre todo el gordo que circulaba delante, moriríamos allí. Se trata de un reducto angosto que hay que subir muy despacio para no acabar con un ataque al corazón. Y para sacarte de allí hasta las manos de un médico sería imposible, porque detrás de ti hay una fila incalculable de personas que impedirían tu traslado al hospital. Ahí sí que tendría que intervenir el Espíritu Santo. Miren, me dicen mis amigos presentes en Roma que la ciudad empieza a llenarse de gente y que es casi imposible encontrar un hotel decente y que sea asequible. Por cierto, ¿saben que si tienen manga pueden comprar en el Economato del Vaticano? Yo tengo una amiga cuyo marido conocía al barbero del papa Juan Pablo II –si tiene pelos suyos guardados serían reliquias, porque ahora es santo–. Mi amiga compraba todo lo caro en el Economato del Vaticano, a menos de la mitad de precio que en Roma. Gracias al pequeño carné del barbero del papa, que la acompañaba para dar más fuerza a la legitimidad de sus compras. Luego lo sacas todo por la plaza de San Pedro, como si nada. La Guardia de Finanzas no aparece, o sea que es un chollo. Puedes comprarte –o al menos encargarlo— un Rolex, un 30% más barato que en el resto de Italia. El Vaticano tiene muchos chollos, hay que conocer bien el pequeño Estado, que es una caja de sorpresas. A mí me encanta estar allí, donde he vivido experiencias bonitas. Entre ellas la de visitar, yo solo, el Museo Vaticano, que es realmente impresionante, pero no lo que le enseñan a los turistas, que no es nada. Por cierto, un amigo cura, que está muy enterado de las cosas de la curia, me advierte sobre el arzobispo George Ganswein, la mano derecha que fue de Benedicto XVI y ahora nuncio en Estonia y Letonia y antes prefecto de la Casa Pontificia. Me cuenta este amigo: “Será cardenal en el primer o segundo consistorio y luego lo nombrarán arzobispo de Múnich”. Ojalá, me encanta este tío, que se atrevió a cuestionar a Francisco, porque Francisco no se portó bien con el bondadoso papa Ratzinger, ni con él mismo. A Ganswein, Francisco lo echó prácticamente del Vaticano, le quitó hasta el apartamento. Y lo mandó a Estonia, manda huevos.
