Cuando la falta de lógica se apodera del fútbol se pueden ver partidos desesperantes, como el del Real Madrid ayer, al que el Español, que no sé si llegó al 20% de posesión en el partido, le ganó justamente, en los últimos instantes del partido. O, mejor dicho, el partido no lo ganó el Español sino que lo perdió el Real Madrid, que cuando menos te lo esperas, va y tira la Liga.
Los Ancelotti no saben plantear partidos con los equipos malos. Juegan muy bien cuando los rivales son tan buenos como el Real Madrid, pero empatan o pierden cuando se les cierran atrás. Así ha sido siempre, desde que los Ancelotti están en el Real Madrid. Hay un momento en el que ellos y los jugadores se aturrullan y no dan una.
Ayer, en los momentos claves del partido, Mbappé no atrapó ni un centro. Tiene muchas lagunas el francés, que una veces es una maravilla de futbolista y en otras se muestra torpón, sin ideas, incapaz de llegar a pelotas que tienen que ser suyas. A este Madrid le puede ganar el Leganés el miércoles y dejarlo fuera de la Copa del Rey y ha dejado que el Barcelona, que arrasa en Europa, amenace su hegemonía continental. Un equipo arruinado supera a un equipo rico.
Desde que comenzó el partido ante el Español, a mí me dio que el Real Madrid iba a tener muchas dificultades para sacar el match adelante, viendo cómo se colocó el conjunto catalán en el campo, en formación bunkerizada. No dejaba huecos y Vinicius ni es el que era, ni se le espera. Y Rodrygo no juega tan bien por la derecha. Si Vinicius era un estorbo, ¿por qué no lo cambió el entrenador de banda? Mbappé no es delantero centro, sino extremo izquierdo, así que los balones en el área pequeña le pasan por delante y no los huele.
Y Tchouameni no es jugador para el Real Madrid, sino para un equipo del medio de la tabla. Ni siquiera jugando en su sitio, aunque Ancelotti está empeñado en no ponerlo en su sitio. La Liga puede ganarla el Barcelona con sus juveniles de La Massía, porque el Atlético tendrá la bajona acostumbrada en el momento oportuno. Pero el Barcelona ya la tuvo y la ha superado. Vamos a ver cuántos le mete mañana al Alavés, que no le aguantará ni el primer asalto.
La muralla del Español cogió al Madrid sin ideas, con jugadores que trotaban en vez de volar y el Real cuando no vuela, pierde. Es verdad que pusieron mucha voluntad, pero Bellingham y Mbappé no pueden disparar siempre al anfiteatro, Vinicius tiene la mala suerte reflejada en el rostro y tampoco era el día de Valverde.
Si yo tuviera que premiar a alguien no premiaría a ninguno, si acaso le daría una mención a Ceballos, que era el dueño del centro del campo, pero para nada. Sin resultados prácticos.
Un equipo que aspira a ganar una Liga tan competitiva no puede perder tres partidos al final de la primera vuelta y al inicio de la segunda, ni empatar un montón de ellos, ni que el Barça le meta cuatro en su campo. Todo lo que digo me parece indigno de un campeón y el equipo del Madrid se ha olvidado de que es un campeón. Sus jugadores disfrutan de hermosos chalets, se compran coches carísimos y relojes del otro mundo y ropa de marca y lucen mochilas de Louis Vuitton. Pero luego, en el campo, hacen el ridículo, como ayer. No les vale de nada el lujo. El lujo es efímero, es la historia la que prevalece.
Creo que ayer un nervioso y correlón por banda entrenador que creo que se llama Manolo González, y que conocen en su casa a la hora de comer, le dio una lección a Ancelotti y a toda su corte de los milagros. Un desastre y una vergüenza para el madridismo. Claro que el fútbol tiene su puntito de ilógico y ayer apareció, sobre el césped del estadio del RCD Español. Esperemos que no se haga costumbre, para bien de la afición madridista, que tiene dimensión universal.
