¿Dónde está Puchi?

Sólo conocemos las palabras de Gonzalo Boye, su abogado: “Ya está en casa y jamás se entregará a la justicia”. Pues qué bien. Un prófugo que Europa permite que sea prófugo, a pesar de estar acusado de malversación y amnistiado de esa manera de un par de delitos más. Europa es un chollo, pero sólo para unos cuantos. Porque yo conozco quien ha estado cinco años en el talego por malversación y mucho menos clara que la de Puigdemont, a efectos jurídicos. Lo de ayer con Puigdemont no sólo fue una cagada de los Mossos de Escuadra sino que demuestra que el cuerpo policial catalán está podrido por dentro y que no es una policía fiable. Que Europa no se asombre de lo que pasa en España, porque lo que ocurre en Europa es peor: si los jueces hubieran atendido la euroorden del magistrado del Supremo, Llarena, Puigdemont no estaría residiendo tan campante en Waterloo, después de haber delinquido en España. Luego de Europa, guárdenme un cachorro. Esto lo que demuestra es que, desde los tiempos de Aznar, con Suárez el mejor presidente de la democracia, no pintamos nada en Europa y mucho menos en el mundo. Con ellos fuimos aliados principales del bloque occidental. Sánchez es un guiñapo como gobernante, pero los votos socialistas españoles le hacen falta a Ursula Von der Leyen. Lo de ella con Sánchez no es amor –como se ha dicho–, es necesidad, es interés. El circo que montaron ayer en Barcelona Puigdemont y su ejército de Pancho Villa clama al cielo. El Gobierno español hace lo habitual cuando hay lío: huir. Y lo hizo de una forma terriblemente descarada. Ni un ministro en la toma de posesión de Illa, ni un ministro visible en todo el terrotrio nacional. Sólo hoy, Bolaños, el bufón de la corte de Sánchez, ha dicho que son los Mossos los que tenían que haber detenido a Puigdemont. Y los Mossos se mezclaron con el público y ahora les echan la culpa a los dos agentes que le ayudaron a huir, que tuvieron que ser muchos más, desde Barcelona a La Junquera. Si es verdad que Puchi volvió a desandar lo andado y se ha plantado en La Junquera. Ahora bien, le va a ser difícil regresar a España, a no ser que lo haga con coche y chófer del Tribunal Constitucional, que no me extrañaría, dado el papelón que está haciendo este tribunal, mayoritariamente de Conde-Pumpido. En fin, que Puchi ha vuelto a casa, que España ha quedado en ridículo y que ni sacamos medallas en París –o sacamos pocas— ni atrapamos a Puigdemont, que se nos escapó como se escapa un conejo a un cazador novato. Ni siquiera sabemos ya montar un dispositivo de seguridad. Qué país. Y Puigdemont en Waterloo, o quizá en Barcelona, descojonado. Porque tampoco duden que aparezca en Barcelona, de escondidilla. ¿Todavía existe el Up and Down?