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sábado, 27 septiembre,2025

Capítulo 3. El coleccionista de postales

⏱ 7 min de lectura

Gané mucho dinero con mis libros de tarjetas postales antiguas. Conseguí postales por todo el mundo, desde Argentina hasta Madrid, postales escritas por y para los canarios de la diáspora. Algunas veces hallé firmas conocidas en ellas. Litografía Romero imprimió aquellas colecciones de libros que se vendían muy bien, con el apoyo de El Corte Inglés, gracias a mi amigo Vicente Gómez Carrero, director del centro de Tenerife, que había sido librero. Y con el sello de Burgado Editorial. Se vendieron miles y miles de libros con aquellas postales y sus textos, llenos de ternura e intrascendencia. Un bello estuche con los tres primeros tomos de la colección se convirtió en el regalo de moda en unas Navidades. Incluso se vendieron esos estuches en Maya, que jamás hizo negocio con los libros. Es verdad lo que decía mi amigo Pepe Oneto, que en paz descanse: “La nostalgia vende”. En cierta ocasión, un día de Reyes, estuve firmando libros míos en El Corte Inglés hasta las dos de la mañana, con cola de gente que había comprado alguno de ellos, casi todos muy malos. Los de las postales, sin embargo, resultaron excelentes; un lujo.

Ahora me pongo a hojear esos libros y compruebo la nostalgia que genera la inmigración, la curiosidad que transmiten los viajes, la ocurrencia y la pena o la alegría del viajero que le escribe a su familia. Las postales originales, o al menos casi todas, se las cedí a la Biblioteca del Ayuntamiento de Garachico. Como Evelia, la bibliotecaria, murió, no sé si se conservarán en buen estado, supongo que sí. Contraté a dos supuestas especialistas para que digitalizaran el archivo de postales, antes de cederlo, pero gandulearon y no trabajaron un carajo. Me estafaron. No dieron golpe en un par de años que duró su contrato. Dos pedorras que me decepcionaron mucho. Yo no tenía tiempo para vigilarlas y confié en ellas. Me equivoqué. Me las había recomendado mi chófer.

Presenté algunos de mis libros muy lejos de aquí, de las islas. La biografía de don Víctor Zurita, en el hotel Sheraton de Buenos Aires, con presencia, entre otros, del gran periodista Ernesto Salcedo, y del político Luis Mardones, que fue una de las personas que tuvo la amabilidad de asistir a la lectura de mi tesis doctoral, en la Complutense. Casi llego tarde al acto del Sheraton porque me había ido con una amiga a ver los meandros del Tigre y el avión de Aerolíneas Argentinas se retrasó. Otro de los libros fue presentado en Caracas, creo que mi primera novela, “Los gallos de Achímpano”, en el hotel Eurobuilding. En el acto intervino el político y profesor Aurelio González, que actuó de presentador. Me parece que fue esa misma noche cuando nos encontramos una bala del calibre 38, en el suelo de un ascensor. La tenía que haber guardado, una bala es un signo de buena suerte, pero, claro, pensé que me la quitarían en el aeropuerto de Caracas, al regreso a Tenerife, y la dejé sobre un murito cuando llegué al piso de destino del elevador.

Los actos de presentación de mis libros de postales, celebrados en El Corte Inglés, terminaban con un generosísimo cóctel que ofrecía la cadena de grandes almacenes, porque hacía coincidir esas presentaciones con su aniversario. Asistían cientos de personas y se convirtieron en el principal acto social de cada fiesta navideña. Los recuerdo con mucho agrado porque allí estaba todo el mundo y los libros se vendían como roscas. Los compraban hasta las empleadas de El Corte Inglés. Un médico de Santa Cruz, un pediatra mentecato, intentó robar uno y lo trincaron. La miseria humana no tiene límites porque el tío, de la llamada alta burguesía chicharrera, es además rico. Me lo encontré una vez en el Casino y se lo recordé. Se hizo el loco, claro. Caradura.

Hoja de censura del libro que inspira esta historia.

Los libros me han aportado muchas satisfacciones. El primero que edité fue una biografía del político portuense Isidoro Luz Cárpenter, que fue amigo de Buñuel y de Dalí y alcalde del Puerto de la Cruz con la dictadura de Primo de Rivera, con la Monarquía de Alfonso XIII y con Franco. Ahora estoy corrigiendo una segunda edición especial –van a salir a la luz 100 ejemplares, impresos en sistema digital– del resumen de mi tesis doctoral, cuya primera impresión apareció en 1991. Se titula, y se volverá a titular, “Días de silencio”. Se trata de un análisis de la pintoresca prensa patriótica que se ejerció en Santa Cruz durante la guerra civil. Pintoresca parece hoy, porque entonces fue totalmente anulada por la censura militar. Todo gira en torno a un libro que el gran periodista don Víctor Zurita, mi primer director, escribió sobre los pormenores del inicio de la acción armada de Franco: “En Tenerife planeó Franco el Movimiento Nacionalista: Albores de la Gesta Española”. Se ofrecen en él datos muy curiosos de los preparativos del golpe de Estado. Algunos de esos ejemplares se venden aún, por 80 euros, en un local de libros antiguos de Santa Cruz, pero la mayoría fueron destruidos por los franquistas. Conservo una copia de la hoja de censura que destrozaba el volumen, que curiosamente no aparece firmado por su autor, que era telegrafista y se exponía a una sanción si lo hacía. Don Víctor fue el primer director y el co-fundador de “La Tarde”. Se ha hecho una edición pirata de la obra, sin autorización de los legítimos propietarios, pero esto es lo de menos. Quizá los derechos hayan caducado, no sé. Recientemente, Jorge Zurita, hijo de don Víctor, me pidió la hoja de censura original, que estaba en mi poder, para incorporarla al archivo familiar, a lo que accedí, por supuesto, tras hacer una fotocopia de la misma.

El éxito de mi faceta como editor era que yo escribía y comercializaba y distribuía mis libros, todos editados en Litografía Romero y al cuidado de Mercedes, la jefa de edición, que es una crack. No sé si se ha jubilado ya, pero estaba a punto. Mercedes cuidaba mis obras como si fueran suyas, las corregía y las mimaba. Le debo mucho a esta mujer, una grandísima profesional y una especialista en la edición de obra gráfica, formada en la escuela de Romero, que no es poco. Quede aquí constancia de todo ello.

En fin, que con Memoria de la memoria pretendo, no sé si lo dije en uno de los dos capítulos anteriores, contar lo que no he contado en los tomos en los que he hecho resúmenes de mi vida. Al fin y al cabo, la obra de un escritor, o de un periodista que también lo es, es lo vivido. Y la historia no es más que una versión sesgada de quien la cuenta, con toda su carga de subjetividad. Creo que fue García Márquez quien dijo que la historia verdadera, y la que se transmite a la posteridad, no son los hechos en sí, lo que realmente sucedió, sino cómo te la han contado. O algo parecido.

Andrés Chaves
Andrés Chaves
Periodista por la EOP de la Universidad de La Laguna, licenciado y doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, ex presidente de la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife, ex vicepresidente de la FAPE, fundador de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna y su primer profesor y profesor honorífico de la Complutense. Es miembro del Instituto de Estudios Canarios y de la National Geographic Society.

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