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El ascenso de Alice Weidel en la política alemana encarna una contradicción que, lejos de debilitarla, parece fortalecer su imagen pública. Como colíder de Alternativa para Alemania (AfD), un partido que ha cimentado su éxito en un discurso antiinmigración y ultraconservador, Weidel rompe los esquemas tradicionales al ser una mujer homosexual, con una pareja extranjera y una trayectoria profesional que nada tiene que ver con el perfil medio de su electorado. Sin embargo, su presencia no suaviza las posturas radicales del partido: las refuerza.
La politóloga y periodista Eva Kienholz la define como un «camaleón político», adaptándose a diferentes públicos sin perder de vista el objetivo principal: consolidar a la AfD como una fuerza política dominante. Su capacidad para modular su discurso y presentarse como una figura moderada contrasta con su apoyo a las políticas más extremas de la formación. Este juego de apariencias ha logrado que personalidades influyentes, como Elon Musk, elogien su estilo y que parte de la sociedad alemana la perciba como una opción acceptable, dentro de la ultraderecha.
La paradoja de su liderazgo
Si se analiza su biografía, el perfil de Weidel encaja poco con los votantes tradicionales de la AfD. Nacida en la Alemania Occidental, lejos de los bastiones ultraderechistas del este, estudió Economía y trabajó en bancos de inversión internacionales, como Goldman Sachs. Su pareja, una cineasta de origen cingalés, y sus hijos adoptados podrían representar todo aquello que su partido rechaza abiertamente. No obstante, Weidel ha sabido encajar en la estructura de la AfD, aprovechando su imagen de mujer de negocios segura y disciplinada para atraer a un electorado más amplio, en especial a mujeres conservadoras que de otro modo votarían por partidos tradicionales como la CDU.
Pese a esta aparente disonancia, su adhesión al partido no responde a un arrebato circunstancial. Desde su ingreso, en 2013, ha asumido sin fisuras el ideario ultraconservador de la AfD. En sus inicios, el partido se centraba en el euroescepticismo y el rechazo a los rescates financieros de la UE, pero a medida que su discurso se inclinó hacia la xenofobia y el rechazo a la inmigración, Weidel se adaptó sin inconvenientes. Katja Hoyer, historiadora especializada en la extrema derecha alemana, señala que su pragmatismo la ha llevado a hacer concesiones estratégicas, como aceptar el concepto tradicional de familia nuclear para mantener su posición de poder dentro del partido.
Un populismo calculado
Weidel ha demostrado ser una pieza clave en la estrategia de la AfD para ganar legitimidad y apoyo internacional. A diferencia de otros líderes más abiertamente radicales, su tono comedido y su perfil profesional le han permitido posicionarse como la cara presentable de un partido con vínculos con la extrema derecha más reaccionaria. Sin embargo, su moderación es solo una fachada. Su respaldo a la política de «reimigración»—un eufemismo para la deportación forzosa—y su retórica alarmista sobre la criminalidad extranjera refuerzan las posturas más duras de la AfD.
El profesor Conrad Ziller, de la Universidad de Duisburg-Essen, explica que la verdadera fortaleza de Weidel radica en su capacidad para apropiarse de temas que generan descontento en la sociedad alemana. «No tiene un programa político definido, simplemente recoge las posturas que los grandes partidos rechazan y las presenta con una pátina de respetabilidad», señala.
Su habilidad para jugar con la percepción pública se evidencia en la manera en que la AfD ha aprovechado plataformas como TikTok para captar votantes jóvenes y conservadores de ascendencia extranjera, especialmente turcos. Esta estrategia contradice abiertamente el discurso xenófobo del partido, pero responde a un pragmatismo electoralista en el que Weidel se mueve con soltura.
¿Un cambio real o una simple estrategia?
El crecimiento de la AfD en las encuestas y su consolidación como segunda fuerza política en algunas regiones de Alemania plantea la incógnita sobre el futuro de Weidel dentro del partido. Su liderazgo se ha basado en una combinación de moderación aparente y extremismo de fondo, un equilibrio que, por ahora, le ha funcionado. Sin embargo, la pregunta sigue en el aire: ¿está transformando realmente a la AfD o simplemente ha encontrado la fórmula perfecta para hacer que su radicalismo sea más aceptable ante el gran público? Por ahora, su doble discurso sigue siendo su mayor fortaleza.