Si nos ponemos serios, hablaremos de la amistad, mucho más que amistad, del señalado en los medios ex presidente de la Audiencia Nacional, el tinerfeño José Ramón Navarro, con un tal Javier de Paz, iletrado, sin oficio ni beneficio, al que Pallete –alias Falete— colocó nada menos que en el consejo de Telefónica, con un sueldo millonario, y luego el tal de Paz, que es pana, pero panísima, de Zapatero, se cargó a Pallete y él sigue ahí, como el whisky Johnnie Walker, tan campante. En cuanto a conocimientos académicos es un begoño, más o menos. Y esto es lo que se mueve en las bocas de ese Madrid, porque también se rumoreaba que a José Ramón lo iba a hacer su amigo asesor de Telefónica y que iba a abandonar la carrera judicial, hasta que salieron las informaciones de “Eldiario.es” y de “The Objective”, que lo ponen a los pies de los caballos. También parece que iba a entrar en una empresa de postín, Cox, pero no sé bien si llegó a hacerlo y lo sacaron, o no llegó a entrar del todo porque apareció el escándalo. Pobre José Ramón. ¿Qué harán ahora sus interesados amigos del Loro Parque y de Hospitén? ¿Lo seguirán agasajando o harán lo que hacen siempre, echarlo a los leones? Porque tanto Kiessling como el Bolas Tristes (que es quien manda ahora en las clínicas) presumían de ser sus amigos. La ingratitud humana, que le dicen. Hay que alejarse siempre, querido José Ramón, de ciertas amistades peligrosas, que cuando tú ya no eres nadie, siempre te dejan en la cuneta. Se vive mejor como juez de primera instancia de Icod, un suponer, que entre los oropeles de Madrid, en el edificio medio tontorrón de la Audiencia Nacional y a expensas de las meretrices que maneja el CNI. Ser amigo de Ábalos y de Zapatero no es, por ahora, un buen carné de identidad, lo mismo que tampoco lo será pronto ser amigo de Bono. Porque los que manejan tanto dinero, y tan de repente, tendrán que demostrar al Fisco de dónde vino ese dinero. Ser nuevo rico, vale, pero no tanto. Y si hay que celebrar la boda en el Bodegón Juanito, en vez de en el Bahía del Duque, pues al Bodegón Juanito: carne de cochino negro. Pronto, un billete en primera clase para la República Dominicana será un puntito sospechoso. Allí acabarán jugando a la baraja, con trampas claro, Bono, Ábalos, Cerdán, Sánchez, Zapatero, Pardo de Vera, el tocador de señoras del Gabinete, Begoña, el hermanito Azagra, el presidente del Tribunal Económico Administrativo de Madrid (cuyo nombre lamento no recordar) y toda la peña. Menos mal que con las perras que tienen guardadas pueden montar una urbanización. Le pondrán “Urbanización El Robado”, que es un nombre que les va. Y Koldo montará la primera guardia. Es su destino y, si no, al tiempo. ¿Porque cómo va a justificar, un suponer, Zapatero todo lo que tiene? ¿Y Bono? Y luego se extrañan de que hayan absuelto a Ana Duato, que al fin y al cabo es una actriz y hace lo que puede. Y al bueno del probo conserje, luego director general de la UCD, Antonio Alcántara, alias Imanol Arias, que ha pactado dos añitos que no va a cumplir, y a correr y a que no le pongan una multa de tráfico. Miren, por ejemplo, a Dokovic: el tenista se va de Marbella a Grecia porque no hay quien viva en España, a causa de los impuestos. Y los otros mamándose hasta el copón. Bueno, a lo que iba, José Ramón, hay que elegir mejor las amistades, no juntarse con chorizos como Ábalos y Zapatero, ni con los que buscan tu amistad para crecer ellos (aunque también puede ser a la recíproca). Es lo que quería decir. Lo demás ya está dicho.

Y ahora cambio de tema para referirme a uno local, el de Pepín Campolimpio, el Pepín Castilla eterno, que ha sido nombrado pregonero de las Fiestas de Julio del Puerto de la Cruz, no “de” Puerto de la Cruz, que es un godismo, y que ha pronunciado su pregón, más con el corazón que con la cabeza, como debe ser. Pepín estaba en todos los saraos, era el custodio del parque de San Francisco, ponía las banderas, colaboraba con la muchachada del Puerto de la Cruz en los actos culturales, creo que hasta se embarcaba con la Virgen y aún tenía tiempo, en la carrera de sortijas, que él organizaba, para correr detrás de los tramposos que agarraban la cinta con la mano, por fuera de la casa de mi abuelo, en la Plaza del Charco. Como si todos los participantes fueran Sánchez, trileros. Entonces se permitían los huevos tacos, que hacían mucho daño en la cabeza de los calvos, porque se cometía la animalada de rellenar huevos de gallina con serrín y lanzárselos al prójimo, algo tan cruel –sobre todo para los ojos y las calvorotas— como tirar una cabra del campanario. Pues Pepín ya lució su pregón, afloró un rosario de recuerdos, y casi no podía hablar de la emoción, ni falta que hizo. Fue muy aplaudido. Yo me lo encuentro de vez en cuando, aquí enfrente, en La Caixa, donde viene, o venía, porque ya tiene muchos años, a resolver sus asuntos pecuniarios. Me alegro mucho de que Pepín haya sido elegido como pregonero de las fiestas portuenses. Un hombre del pueblo llano, cuyo padrino de bautismo fue mi tío abuelo Andrés Sotomayor. He perdido una foto que me dio Pepín, de niño, con su padrino, para que la publicara. La perdí. Pepín podría contar sus memorias. Me he decidido por una gráfica de estos días, junto al alcalde, Leopoldo Afonso, empeñado en que este año las fiestas salgan bien, como en sus mejores tiempos. Para mí, mejor, porque cortan la calle y salgo a contradirección –autorizada–, con lo que me evito dar toda la vuelta al Puerto. Y es una gozada. Lo juro por Tito Güisa, que era por quien jurábamos en falso, de niños, para no cometer blasfemia, en la ciudad costera y, como tal, maledicente, o eso decía Marcos Brito, paz descanse.





