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sábado, 1 noviembre,2025

El popular destino turístico de Tenerife que nació de una duna

Hay ocasiones en las que el nombre es el relato, aunque pase desapercibido. Por eso la gran mayoría de los que pasean por El Médano saben que médano significa duna.

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Hay ocasiones en las que el nombre es el relato, aunque pase desapercibido. Por eso la gran mayoría de los que pasean por El Médano saben que médano significa duna.

No es un adjetivo bonito ni una licencia poética, es un nombre común que pasó a ser topónimo. Designaba, primero, un cordón de arena móvil empujado por el alisio y después acabó nombrando al asentamiento que creció a su espalda. Entender el término es entender el lugar: aquí la arena se mueve, y con ella se mueve el paisaje.

Mucho antes del paseo marítimo y las terrazas, el sur de Tenerife ofrecía un accidente natural visible desde la lejanía: duna, mar de fondo y abrigo relativo de un cono volcánico.

Los cartógrafos del siglo XVIII lo anotaron como referencia para navegantes. Luego llegaron el caserío, las redes al sol y un ritmo que se regía —literalmente— por la marea.

Un litoral vivo antes de la conquista

En época aborigen, este tramo de costa pertenecía al menceyato de Abona. No hubo un asentamiento al uso, pero sí huellas dispersas como concheros, caladeros y abrigos que se usaban de forma estacional. El litoral era vía de paso y de aprovechamiento, mucho antes de que existiera el pueblo moderno.

El topónimo El Médano aparece en cartografía militar y náutica al menos desde el siglo XVIII, casi siempre junto a Montaña Roja. En el XIX reaparece en cartas hidrográficas que ordenan la toponimia del sur. Primero fue paraje (playa ventosa con arena acumulada), luego fondeadero y, finalmente, núcleo habitado. Una duna que marcó el carácter del lugar para siempre.

El gran cambio territorial llegó con la protección del entorno de Montaña Roja, hoy Reserva Natural Especial: se salvaguarda el cono volcánico, los sistemas dunares y las playas adyacentes. Esa figura permitió que el desarrollo posterior fuese gradual y de escala humana: paseo, plazas, pequeños alojamientos, talleres y cafés, sin perder la identidad marinera.

El viento como motor

El alisio no es un invitado, es el anfitrión. Peina la arena, mueve la bahía y crea naturalmente un paraíso para los amantes windsurf y kitesurf.

Desde la segunda mitad del siglo XX, El Cabezo se convirtió en palabra mayor dentro de los circuitos internacionales y a su alrededor crecieron escuelas, talleres y un ecosistema deportivo que convive con la vecindad de todo el año.

Qué ver (y cómo verlo)

  • Subida a Montaña Roja. Sendero corto con desnivel; arriba, panorámica de la bahía, La Tejita y —en días claros— la costa sur hasta Abona.
  • Paseo y muelle. Ambiente local, terrazas, talleres de tablas y un atardecer de libro con el cono recortado.
  • El Cabezo (windsurf). Fama ganada por sus ola constantes. No hace falta saber coger olas para disfrutar, hasta observar engancha.
  • La Tejita. Gran playa abierta, de arena fina al pie del cono. Con calma, baño largo; con mar de fondo, cuidadito.

Lo que un día fue una duna natural hoy se ha convertido en uno de los destinos más populares de Tenerife, lo que ha llevado a El Médano a ser uno de los lugares preferidos tanto para veranear como para vivir a pocos metros del mar con el encanto de pueblo pesquero que aun conserva.

Redacción
Redacción
Equipo de Redacción de elburgado.com

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