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Madrid, sin maquillaje — Lo que el Gobierno vendía como una decisión histórica contra el conflicto en Gaza fue estampillado hoy en el Congreso con votos, juramentos y, sin embargo, cláusulas que lo reducen a un brindis al sol. El decreto de embargo de armas a Israel ha sido convalidado, pero contiene una “puerta trasera” que da vía libre a maniobras bajo el eufemismo de “interés general”.
Con 178 votos a favor frente a 169 en contra y una abstención, el pleno selló la medida que será ampliada, revisada y—quién sabe—bosquejada en el trámite parlamentario. Parte de los votos decisivos los aportó Podemos, pese a que durante días denunció el texto como un “embargo ficticio”, un “coladero diplomático” que no corta los lazos de España con el aparato militar israelí.
La joya de la contradicción está en la letra pequeña: el decreto permite que el Ejecutivo autorice operaciones excepcionales “por interés nacional”, un comodín retórico con el que puede saltarse el propio embargo cuando convenga. Esa cláusula ha sido presentada como un salvavidas frente a “eventuales contingencias de política exterior o seguridad”, pero el análisis más cínico la llama simplemente el boquete que tapa el hueco del compromiso.
En el entorno del Gobierno se apresuraron a matizar: la cláusula será utilizada “mínimamente”, avisaron las fuentes, como si fuera algo que pudiera medirse en miligramos de dignidad. Podemos, en cambio, amagó con desenmascarar la maniobra, insistiendo en que votarían sí solo para evitar un bloqueo político que los dejara al margen del debate.
El decreto incluye, entre otras medidas, la prohibición de nuevas exportaciones de material militar hacia Israel, imposición de vetos al tránsito de combustibles que puedan tener uso bélico y el bloqueo de importaciones procedentes de territorios ocupados. Pero esas acciones quedan empañadas por la flexibilidad otorgada al Ejecutivo para “autorizar casos extraordinarios”.
Desde la oposición, el PP y Vox cargaron contra lo que llaman una reforma cosmética: un “embargo light” que no despega del papel. Y mientras tanto, las diplomacias en Jerusalén y Ramala observan el espectáculo con telescopios y ceños fruncidos.
Queda ahora la fase de enmiendas y negociaciones parlamentarias. Si el texto sale igual, el embargo será en la práctica un gesto simbólico. Si se modifica, el Gobierno tendrá que explicar frente a la opinión pública dónde trazó la frontera entre el discurso de paz y el pacto con la realidad. Y si no hace nada…