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jueves, 16 octubre,2025

Mantener la matraca

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El tal Sánchez acumula parabienes de Hamás, grupo terrorista que pasó a cuchillo a bebés de meses residentes en los kibutz cercanos en presencia de sus padres, cuando la celebración de aquel concierto. Hamás, que ha asesinado a docenas de rehenes y a 1.200 asistentes a un acto pacífico, a ocho kilómetros de la frontera con Gaza, en territorio israelí. Y que roba permanentemente a los gazatíes y les revende la comida donada, con una crueldad terrible. Estos son los que aplauden a Sánchez, que se esfuerza en calificar de genocidio un acto de respuesta israelí, que lo que ha hecho es repeler, a veces con dureza excesiva, el ataque despiadado de los terroristas a su propio país. Esto no es un genocidio. Puede ser, si se demuestra, un crimen de guerra, pero nunca un exterminio masivo. Además, no sabemos cuánto hay de propaganda entre los que critican a Netanyahu, porque hacen falta más pruebas para calificar con justicia la actuación del Ejército de Israel. Pues Sánchez ordenó ayer a Héctor Gómez, embajador tinerfeño en la ONU, que se retirara de la Asamblea General, que no escuchara el discurso de Netanyahu. ¿Cómo se va a enterar de sus argumentos, si no escucha? Israel y el mundo saben, o deberían saber, que el Estado palestino es imposible. ¿Por qué? Pues porque Hamás manda en Gaza –le queda poco–, Al Fatah en Cisjordania y Hizbolá en la parte del Líbano más cercana al territorio en conflicto. Grupos que han hecho del terrorismo su razón de ser. Y que han librado entre ellos mismos una lucha a tiros, en varias ocasiones. Conozco ese territorio, comprobé por mí mismo que la convivencia es difícil, pero Israel se defiende y se defiende muy bien, a veces violentamente. No puede haber un Estado palestino porque entre las facciones árabes no se entienden, no se tragan, están enfrentadas unas con otras y no existe en Palestina una autoridad válida, porque la del anciano Mahmud Abbás, también llamado Abú Mazen, sucesor de Arafat, ya no vale ya para nada. Netanyahu representa el ala dura israelí, pero en el fondo sus compatriotas defienden su decisión de acabar con Hamás, que tiene consecuencias para Israel. Hamás ha ejecutado a sangre fría a israelíes indefensos, inocentes, secuestrados en un concierto. Una incursión que Hamás ha pagado muy cara y muchos de sus líderes están ya en el paraíso con sus vírgenes de hojalata. Vamos, que yo sigo diciendo que estoy con Israel, que deploro las consecuencias no deseadas de una guerra horrible, pero Netanyahu lo que hace es eliminar, o intentarlo, a los que han matado a su gente. Los daños colaterales son, ya digo, terribles, pero todas las guerras son así. En Venezuela no hay guerra convencional y Maduro y Cabello han matado a mucha gente. En Nigeria asesinan a los católicos por su religión. En el Sahel raptan a mujeres de quince años, y de menos edad, y las someten de forma terrible. Matanzas existen, tristemente, no sólo en Gaza. Lo que pasa es que, para algunos, Gaza vende. Como para el propio Pedro Sánchez, que es capaz de sacrificar el nombre de España y hasta a su rey, con tal de seguir ahí y de intentar que su familia escape de la quema. Por eso le ordenó a Héctor Gómez que se marchara de la Asamblea General cuando habló Netanyahu. Para mantener la matraca.

Andrés Chaves
Andrés Chaves
Periodista por la EOP de la Universidad de La Laguna, licenciado y doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, ex presidente de la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife, ex vicepresidente de la FAPE, fundador de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna y su primer profesor y profesor honorífico de la Complutense. Es miembro del Instituto de Estudios Canarios y de la National Geographic Society.

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