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Cajasiete
sábado, 27 septiembre,2025

Capítulo 14. Ya no me puede pasar nada más este mes

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Lo bueno del día a día es que uno agota el capítulo de desgracias por mes y después se puede acostar y dormir plácidamente. O sea, que este capítulo de Memoria de la Memoria, además de ser inédito es actual. Este mes de septiembre, muy al principio, resbalé en casa, me caí de culo y me descoñeté todo: me golpeé las caderas, el coxis, las vértebras lumbares y hasta un pelín los huevos. O sea, una catástrofe. Sufrí dolores horrorosos, no podía dormir y al final todo se curó con ibuprofeno en cantidades suficientes para rebajar las hinchazones. Debo tener muy bajo el umbral del dolor, porque sufrí muchísimo, me encontraba incómodo, sentarme a escribir era una tortura, con el acompañamiento de la mala leche que te sobreviene cuando lo pasas tan mal. No me atraía nada ver la televisión, apenas soportaba las series, no encontraba la posición adecuada en la cama para que el cuerpo me doliera menos. Un desastre. Mi médico me dijo que era cosa de dos semanas o tres y acertó de pleno el doctor Alarcó. A las tres semanas, casi de repente, cesó el dolor, puedo caminar bien y hago vida normal. Al siguiente día de la caída me volví a ir al suelo, esta vez de cabeza. La cabeza es mi punto más fuerte, así que caí sobre la caja del betún que me regaló una vez Ana Oramas, una caja muy bonita, con la buena suerte –para “Mini” y para mí— de que el brazo derecho cayó sobre la cama de la perra, pero por el lado en que ella no estaba, así que no la destripé y salvé el codo, que habría quedado fracturado de haber ido al duro suelo. Buena suerte, dentro de la mala suerte. No sufrieron ni la cabeza ni la caja del betún. Días después se produce una grave avería en las cañerías de mi casa, por óxido, circunstancia que al parecer no cubre el seguro que tengo contratado con Mapfre. Grave avería que la propiedad ha de solucionar, después de que tres fontaneros de la compañía emitieran su veredicto. La casa no es mía, así que mi responsabilidad no existe, pero el que se ducha sí soy yo. Hasta ahora he podido hacerlo con normalidad, hasta que se concrete la obra para la que ya tenemos presupuesto. Y, luego, lo del coche. En 24 años no se me había averiado nunca. Y, aparcando en el garaje, ayer se me quedó dura la dirección, que si me hubiese pasado en la carretera me habría estallado como una pita. Bueno, pues llegando de Los Limoneros, parqueando en el garaje, catapún, el coche averiado. Se quedó la dirección como una piedra. Pienso, repito, que si me ocurre en la carretera, me mato. Me costará seguramente un pico, pico que tendré que buscar. Con el agravante de que llevaba en el maletero unas cajas para mi hija, que ahora deberé sacar, subir a mi casa de nuevo y esperar a tener un coche disponible para llevárselas o que ella las venga a buscar. Pero da la casualidad de que mi calle está cortada por obras, así que no sé si la dejarían pasar. ¿Qué les parece? Solución: comprarme una carretilla y esperarla en la esquina. Como verán, mi vida en este momento no es nada fácil. Pero tengo una ventaja: a no ser que se me averíe Movistar y no pueda ver los partidos del Real Madrid, no creo que me pueda pasar nada más en estos meses, al menos de aquí a Navidad, a no ser que me dé el definitivo yu-yu y me vaya pal carajo, algo que es posible naturalmente, porque todo ser humano está expuesto a esta circunstancia. Esta es mi Memoria de la Memoria reciente y eso que paso por ser un tipo con bastante buena suerte, previsor –a veces más de la cuenta—; y con la vejez se me ha acentuado la pejiguería. Es decir, que me lo tomo demasiado en serio todo y hago más previsiones de las precisas, con lo cual molesto a los demás. Y doy la lata a los amigos y a mis hijas y yerno –del Atleti– más de la cuenta (yo, que odio dar la lata a los amigos, porque además ya me quedan pocos). Todos los compañeros del colegio han ido cayendo como moscas. Puede que aproveche la oportunidad para aparcar el coche para siempre, lo cual entra dentro de lo posible, si la factura de la reparación es demasiado alta. Y empezar a utilizar el taxi o comprarme uno de esos cochecitos de proximidad, para ir a casa de Egon a La Orotava a comprar dulces, porque ni siquiera podría circular con él hasta Los Limoneros porque creo que estos vehículos no pueden andar por autopistas. En fin, que septiembre, como ven, septiembre del 2025, ha sido uno de los mejores meses de mi vida y sólo falta que el cupón de la Bonoloto que llevo hace meses en la cartera esté premiado, pero caducado. Entonces sí es verdad que iré a un foguetero, compraré voladores y celebraré el ascenso del Tete a Segunda División. Solo me queda que me tranque el negro del Whatsapp, me arranque las orejas y me ponga derecha la espalda. Porque en globo ya volé.

Andrés Chaves
Andrés Chaves
Periodista por la EOP de la Universidad de La Laguna, licenciado y doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, ex presidente de la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife, ex vicepresidente de la FAPE, fundador de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna y su primer profesor y profesor honorífico de la Complutense. Es miembro del Instituto de Estudios Canarios y de la National Geographic Society.

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