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martes, 30 septiembre,2025

30.000 soldados rusos frente a Polonia en unas maniobras que evocan el inicio de la guerra en Ucrania

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Este viernes han arrancado junto a la frontera entre Bielorrusia y Polonia las maniobras conjuntas Zapad-2025, un ejercicio militar ruso-bielorruso que moviliza alrededor de 30.000 efectivos y se extenderá entre el 12 y el 16 de septiembre. El despliegue, que incluye a unidades que Vladímir Putin y su aliado Alexandr Lukashenko, ha desatado alarma en Varsovia y en los países bálticos por la coincidencia temporal con una reciente incursión de drones que violó el espacio aéreo polaco y el recuerdo de la invasión de Ucrania en unas condiciones similares.

Las maniobras se desarrollan en territorios de Bielorrusia y en áreas próximas al llamado corredor de Suwałki —esa estrecha franja entre Polonia y Lituania considerada punto neurálgico para la conexión de los Estados bálticos con el resto de la OTAN—, lo que reaviva temores sobre escenarios en los que un corte de esa ruta pondría en riesgo la logística aliada en el norte de Europa. Analistas occidentales y servicios de inteligencia han subrayado que ejercicios en esa área sirven tanto para ensayar operaciones convencionales como para calibrar reacciones políticas y militares de la Alianza.

Oficialmente, Minsk afirma que las maniobras se harán “lejos” de la frontera occidental para reducir tensiones y que cumplen los requisitos de transparencia internacional; sin embargo, los recelos persisten: la cifra oficial bielorrusa (que apunta a decenas de miles de militares de ambos países, mientras Minsk ha comunicado un menor número de efectivos en su territorio) difiere de las valoraciones externas, lo que alimenta la desconfianza entre los vecinos y la OTAN.

Apenas un día antes del inicio de Zapad-2025, Polonia denunció la entrada de decenas de drones en su espacio aéreo, algunos de ellos a gran profundidad, un incidente que Varsovia catalogó como “provocación deliberada” y que motivó la solicitud de una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU. La secuencia —incursión de drones, elevación del nivel de alerta y, acto seguido, el inicio de unas maniobras a gran escala en la frontera— ha sido interpretada por varios gobiernos europeos como un patrón peligroso: acciones tácticas pensadas para poner a prueba capacidades y respuestas de la OTAN.

En Varsovia la respuesta no se hizo esperar: Polonia reforzó sus fronteras orientales y movilizó contingentes adicionales —medios informativos señalan movimientos de hasta 40.000 soldados para reforzar la vigilancia y la defensa del flanco oriental—, y varios países aliados han anunciado medidas de respaldo y refuerzo de patrullas aéreas en la región.

El presidente francés, Emmanuel Macron, informó este jueves 11 de septiembre, a través de la red social X, que ordenó el despliegue de tres aviones de combate Rafale con el objetivo de contribuir a la protección del espacio aéreo polaco.

La iniciativa francesa podría marcar tendencia entre sus socios europeos. Desde Londres, un portavoz del Gobierno británico aseguró que el Reino Unido está “preparado para apoyar cualquier despliegue aliado adicional en la región”.

Por su parte, el portavoz del Ejecutivo alemán, Stefan Kornelius, confirmó que Alemania reforzará su compromiso con la frontera oriental de la OTAN en respuesta a las recientes incursiones rusas en el espacio aéreo de Polonia.

Zapad no es un nombre nuevo. Los ejercicios bajo esa denominación se celebran periódicamente desde la posguerra fría; sin embargo, la edición de 2021 dejó una sombra difícil de obviar: entonces, una presencia militar rusa masiva en Bielorrusia —oficialmente para maniobras— sirvió como tapadera para el repostaje y reubicación de formaciones que meses después participaron en la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022. Desde entonces, cualquier gran ejercicio ruso en la región despierta comparaciones y suspicacias.

Recordemos que maniobras de gran escala permiten probar no solo maniobras de blindados o aviación, sino también guerra electrónica, empleo masivo de drones, logística estratégica y, en ocasiones, movimientos discretos que son difíciles de auditar desde el exterior. Por eso la transparencia (observadores internacionales, avisos formales de localizaciones y número real de efectivos) adquiere un papel crucial: cuando falta, la interpretación en Bruselas o en Varsovia tiende a ser la peor.

Entre los riesgos concretos están: incidentes aéreos no intencionados con drones o cazas; operaciones híbridas (ciberataques o campañas de desinformación concomitantes); maniobras de bloqueo del corredor de Suwałki; y la posibilidad de que unidades con experiencia en Ucrania sirvan para ensayar tácticas que luego se aplicarían en otros teatros. También hay que vigilar el uso de misiles y sistemas de largo alcance que, aunque no se dirijan contra la OTAN, aumentan la tensión y el riesgo de error.

La existencia de discrepancias entre las cifras oficiales y las estimaciones occidentales —la OSCE exige notificación y observación para ejercicios por encima de 13.000 tropas— complica la evaluación exacta del riesgo y la respuesta apropiada.

La comunidad internacional observará estos días cada movimiento, cada comunicado y cada fragmento encontrado de esos drones que sobrevolaron Polonia: señales que pueden ser tanto provocación como ensayo.

Redacción
Redacción
Equipo de Redacción de elburgado.com

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