Si Sánchez se quiere pelear con el mundo para distraer al propio mundo de sus problemas personales, está en su derecho, pero hay una autoridad en el Estado español que no puede permitir un uso fraudulento del propio Estado. Y es el rey. El rey no puede seguir encogido de hombros ante la situación que está viviendo España, con un presidente desnortado, posiblemente enfermo, acorralado y conduciendo al país al abismo. Su padre, con todos sus defectos, no lo habría permitido. Y los españoles no podemos empezar a pensar que la monarquía sobra porque no actúa, parece como si no existiera. Esto no significa que el rey abandone su papel institucional, ni mucho menos, sino que lo utilice con inteligencia. Creemos que la monarquía constitucional, como teóricamente es la nuestra, tiene recursos para poner en su sitio a un individuo que es el segundo presidente, tras Zapatero, que intenta partir España y el primero que antepone los intereses propios a los nacionales. Sánchez está inmerso en un delirante escándalo de corrupción y le ha declarado, por su cuenta, la guerra a Israel. Ya está bien de las payasadas del presidente de un país afín a Venezuela, a Irán y a todas las dictaduras del mundo. Porque tampoco se le oye una palabra contra Cuba, ni contra Nicaragua, ni contra Hamás (que le aplaude constantemente), Hizbolá y otros movimientos terroristas y asesinos. Sánchez interviene en una perorata mañanera para decir que España poco menos que tiene un Ejército de hojalata, que no dispone de bombas nucleares, ni tampoco de portaviones (lo que es falso en este último caso)… Y añade: “Nosotros solos no podemos detener la ofensiva israelí, pero no significa que no vayamos a dejar de intentarlo”. ¿Este sicópata reconoce, acaso, que si tuviera una bomba atómica la lanzaría contra Israel? ¿Es que se ha vuelto loco? Tan acorralado está por la justicia de su país que, para desviar la atención de la opinión pública, monta una guerra por su cuenta y compromete de esa manera al Estado, dictando medidas contra Israel que en todo caso tendría que consultar con el Parlamento, al que falta al respeto constantemente. Este individuo es capaz de lo que sea para escapar del cerco al que lo ha sometido la justicia. Comenzamos a pensar que España se encuentra en manos de un incapaz que tiene tanto que ocultar que no duda, para desviar la atención de su propio país y del mundo entero, comprometer el prestigio internacional de España, que está por los suelos en estos momentos. Por eso serían muy convenientes los sabios consejos a su hijo de un exrey, al que el propio Sánchez le exige a Felipe VI mantener en el exilio; un monarca que tuvo que lidiar con situaciones tan extremadamente trascendentes como devolver a España la democracia y enfrentarse a un golpe de Estado. Y lo hizo de manera magistral. Lo que vino mucho más tarde no tuvo nada que ver con su brillante papel en la historia. El rey Felipe VI no debería supeditar su papel constitucional a educar bien a sus hijas, a aparecer en los incendios, a no salir corriendo de Paiporta, sino que también tiene que usar los mecanismos que la Constitución le otorga, que los tiene, para no permitir las malas mañas de este desnortado que preside el Gobierno. El rey, en este momento, es nuestro último recurso.
martes, 2 diciembre,2025





