El Congreso, con su actitud antidemocrática, y algunos colegas de esta maldita profesión de mierda, se han ensañado con el joven Vito Quiles, 23 años, por su manera de hacer periodismo. No lo dejan ejercer en la Cámara. Lo llaman acosador, cuando él practica un periodismo agresivo que puede molestar, y que molesta, y que yo no comparto en absoluto, pero que no es nuevo. Esos de la SER, que se vanaglorian de ser los adalides de la democracia y de la libertad, ya lo practicaron, sin ir más lejos, con Juan Padrón Morales, cuando Juan era vicepresidente económico de la Real Federación Española de Fútbol, y con su mujer, Enriqueta. Las huestes abominables de José Ramón de la Morena acosaron, en su día, al estilo exacto de Vito Quiles, a Juan y a su esposa, incluso en el interior de un avión, o en la calle, sin que ellos pudieran reaccionar porque entonces los pontífices de la información hubieran catalogado esa reacción lógica como agresión a un periodista. Yo les aseguro que de una trompada no se libraba el plumilla, si me acosa o invade mi intimidad de aquella manera, a la vista de que en este país hay que usar algunas veces la trompada, a falta del Estado de Derecho. Ahora me dirán que incito a la violencia; pero no, invoco mi derecho a poder defenderme. El periodismo, además de una profesión de robaperas y de gandules, está bajo mínimos en nuestro país. Y en toda Europa, no es sólo un mal español. Las tertulias de televisión lo han destrozado y personas decentes como Juan Padrón y su esposa, si caen en sus garras –porque había muchísimos intereses detrás de la cadena SER—, fueron sometidas a un acoso tan intolerable, al menos, como el que practica Vito Quiles con todos, con los de un lado y con los de otro. Lo que pasa es que la izquierda está muy podrida en este país. Apesta a muerto viviente, a sauna sudorosa y a podredumbre moral. Ya es incapaz de aguantar. Y los plumillas que se han vendido al poder lo pagarán muy pronto con sus desempleos: nadie los quiere, se han cargado todavía más el periodismo, han convertido esta profesión –ya de por sí controvertida— en otro maloliente sumidero. Una cosa es el periodismo irrespetuoso –programa Caiga quien caiga, Luis Carandell, en la bendita Transición, incluso hoy el Gran Wyoming, aunque sea un sectario propietario inmobiliario— y otro el periodismo basura que practicaron contra Juan Padrón y su esposa. No es bueno olvidar. Sufrieron injustamente un asedio de la SER, de los mismos que ahora se creen los pontífices de la pureza informativa. Eso no existe, idiotas. Y yo no olvido porque, además, Juan Padrón es mi amigo.
lunes, 1 diciembre,2025





