¿Un buen jurista?

Todo el mundo me dice que Conde-Pumpido es un buen jurista, incluso me lo dicen abogados del Estado amigos míos, pero, coño, si es tan buen jurista, ¿por qué pone sus conocimientos al servicio del sanchismo? Porque lo de avalar la Ley de Amnistía por 6 a 4, con los demoledores contenidos de los razonamientos de la minoría del tribunal, clama al cielo. A Puigdemont, de momento, no le va a servir para nada la decisión del Constitucional, porque si regresa va al talego, pero ya le encontrarán resquicios las huestes de Conde-Pumpido, o sea las de Sánchez, que son las mismas, para que un día regrese. A Junqueras, lo mismo. Y a otros cuyos nombres no lamento no recordar. Aunque se dice que se le ha visto (a Puchi) por Barcelona, sobre todo paseando de noche. Yo creo que donde ha ido es a Gerona, porque a ver quién lo para en la frontera si no hay frontera. Ahora registran ya los pisos de Isabel Pardo de Vera, que está imputada, o investigada como se dice ahora, por el Supremo por corrupción, y de Javier Herrero. La segunda, que hace poco parece que la fichó Florentino Pérez como asesora de ACS, fue directora de Adif y secretaria de Estado de Transportes; y el primero fue director general de Carreteras. Menudos dos pájaros. Parece que Isabel Pardo de Vera y su marido fabricaron edificios de pisos en terrenos de Adif, que compraron supuestamente por un valor inferior al precio de mercado, mientras ella desempeñaba un cargo en la empresa estatal de ferrocarriles. Pero, coño, ¿aquí mama todo el mundo o qué es esto? No sé, me da que todos los cercos se estrechan y que los registros de los pisos de altos cargos socialistas son el último síntoma de la corrupción generalizada. Hasta Felipe González ha dicho que no votará al PSOE, tras la aprobación de la Ley de Amnistía, y mucho menos si se presenta Sánchez como candidato. Ya no hay Partido Socialista, Sánchez lo ha liquidado. Pero en España hay miles de cargos socialistas remunerados que no se quieren ir porque viven de eso. Del sueldito. Por eso no hay un cataclismo en el partido, por el puto parné. Si los cargos fueran gratuitos, como cuando Franco, aquí no quedaba nadie y en Ferraz montarían una hamburguesería. Mientras tanto, Sánchez, mantenido por sus guionistas, sigue en La Moncloa o por ahí, con la Bego metida en el armario, medio petudo que está ya y con el maquillaje dependiendo del acontecimiento: toque demacrado, si le trincan a alguien; sonrosado si coge en un renuncio a Rutte; pálido (porque es incapaz de ponerse colorado) cada vez que dice una mentira, lo que ocurre todos los días; y ennegrecido cuando se mete con el PP. Esa cara es un poema de capas.