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Las dos hormigas de El Hormiguero le ganaron en audiencia a Sánchez, 18,5% para el sicópata y 21% para las avispadas hormigas de Pablo Motos, Trancas y Barrancas, en la misma franja horaria. Eran tres canales (La 1, La 2 y 24 horas) compitiendo con Antena 3, o sea que puede decirse que el triunfo de Pablo Motos, con Bertín Osborne y Sergio Ramos en el reparto, fue apabullante. Sánchez parecía artificial, no sé lo que se habrá tomado, si un ibuprofeno o un somnífero, y me da que quien manda en esa casa es La Bego, porque a pesar de las evidencias se atrevió a defenderla sin descanso, lo mismo que a su hermano, a aquel que se olvidó de la dirección de su despacho en Badajoz: no se acordaba de dónde estaba ubicado su centro de trabajo, el pobre desmemoriado. Lo de Sánchez fue un ataque a los jueces impresentable y una defensa de lo que no se puede defender como es la gestión de su numeroso Gobierno de conveniencia. Seguro que cuando llegó a La Moncloa la Bego, la hija de don Sabiniano el de las saunas gay, lo puso de rodillas contra la pared, castigado. El caradura que usurpó la residencia de La Mareta ha sido castigado por la opinión pública una vez más: en las redes es un clamor su ridículo. Más votos para el PP y sobre todo para Vox, que sigue captando la atención de los más jóvenes. Que dos hormigas tumben a Sánchez dice muy poco de la calidad de su discurso. Está acabado, o al menos eso parece, aunque no hay que fiarse de este felón, capaz de mentir hasta la extenuación para salvarse. Como buen mentiroso se cree sus propias mentiras y ayer, ante una periodista de confianza –hay que reconocer que alguna pregunta de Pepa Bueno, la ex directora de El País, tenía mala leche—, dijo unas cuantas. El Poder Judicial ya ha arremetido contra el presidente, como es normal. Cuestionar a los encargados de impartir justicia no es ser un buen demócrata. Sánchez es un dictadorzuelo de aldea, apoyado por independentistas y terroristas, que debería tener vergüenza a la hora de seguir ocupando La Moncloa y una propiedad del Estado como La Mareta, con “su” fiscal general encausado por un presunto delito grave, su hermano a un paso del talego y su mujer imputada por cinco presuntos delitos, igualmente graves. Mejor no salir en televisión, sino esconderse. Y encima diciendo que él sí puede salir a la calle. Que tenga lo que hay que tener y que se pasee por cualquier parte de España, incluida Lanzarote.