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Hoy no tocaba Pipol, porque los domingos ocurren pocas cosas, pero acudo al diario personal. Ayer me fui al Sur, con un tráfico infernal, a celebrar mi cumpleaños. Hacía un calor bochornoso, pero no lo suficiente para derretir los tambores de Egon que me llevé para la ocasión, ni para estropear la ensaladilla, de la misma procedencia. Ya de regreso, sobre las cinco, el tráfico era soportable y llegué sin novedad, de Adeje al Puerto en una hora y cuarto, más o menos. Llevaba a Mini de copiloto y se portó bien: vino durmiendo hasta el Salto del Barranco (enlace con la TF-5): cambia la frecuencia del motor y se espabila. No sabe nada la perrita; por vieja: ha cumplido catorce años y medio.

El Galgo de Paiporta se fue a ver, a distancia, los incendios y, en la rueda de prensa, aprovechó que una periodista se desmayó por el calor para contestar sólo a una pregunta. Al ver el alboroto que se montó con el desmayo, le deseó buena suerte y salió pitando. El rey también vino de Grecia, donde pasaba unos días con su familia, parece. Vacaciones reales misteriosas.

Con Sánchez, comiendo y bebiendo gratis, ha estado hasta Almodóvar, que es sanchista y amigo del Galgo de Paiporta. Lo que faltaba es estarle pagando también las langostas a Almodóvar. Chiquita cara no tienen el nota y la corte de gandules que mantiene Sánchez en La Mareta. Yo fui de mi casa al cajero de Cajasiete y acabé agotado. Coño, a ver si me ponen una sucursal más cerca porque, ida y vuelta, es más de un kilómetro, pero qué se le va a hacer. Me dio tiempo, ayer tarde, a ver dos partidos, el Bilbao-Sevilla y el Español-Atlético. Dos buenos partidos, muy disputados y con bastante buen juego, a ratos. A ver lo que hace el Madrid el martes. No salí a comer fuera, como es mi costumbre los domingos, porque hacía mucho calor y porque la mayoría de los restaurantes de cercanías están cerrados por vacaciones y a mí los guachinches no me van, como es sabido. Agosto es un asco, está cerrada hasta la óptica y llevo con unas gafas allí hace un mes. Y son de sol, o sea que cuando me las den ya no me harán falta, porque estará lloviendo. Como no duermo de madrugada, sino a partir de las seis de la mañana, tengo que soportar los gritos de los borrachos, como si esta fuera la única calle del Puerto. Hay mucho extranjero borrachuzo, y nacional también. Y pagan el pedo los escuálidos árboles de la calle, a los que los beodos dan patadas y sacuden. En fin. Esta semana no sé lo que haré. De todo, menos viajar, porque los aeropuertos son como infiernos, los trámites de embarque muy molestos y no quiero cogerme calenturas. Como en casa, en agosto, no se está en ninguna parte. Lo tienes todo a mano. Y los aeropuertos se han convertido en una tortura china. La llamada más lejana que recibí por mi 78 cumpleaños fue la de Félix y Mabel Lam desde Nueva York. Félix me dice que ha salido ya el libro “Celia Cruz: Mi Vida”, con fotos suyas. Está en Amazon. Pues es todo por hoy.

Ah, Clavijo creo que va hoy a visitar al Galgo, a Lanzarote. Lo del traslado de los inmigrantes a la península es un cuento. Lo hacen con cuentagotas, para que no digan que Sánchez no obedece las directrices del Tribunal Supremo. Porque el Supremo ha dicho que tienen que ser sacados de Canarias y repartidos por el territorio nacional. Pero ya se sabe por dónde se pasa Sánchez ciertas decisiones de los tribunales, que no sean el suyo propio.