Rumores

Dicen que la presidenta del Parlamento, Astrid Pérez, y la Quícara, se llevan fatal. La Quícara es Ana Oramas, nombre que ella misma ha aceptado en algunas entrevistas y comentarios. Es como decir La Pájara, si te refieres a Margarita Robles. Yo no la puse. La puso Pedro Sánchez, que la citó de esta guisa creo que en sus conversaciones grabadas con Ábalos. Margarita se quedó La Pájara y Ana Oramas se quedó La Quícara. Yo no sé qué nombrete será peor, a mí no me gusta ninguno de los dos. Pues, como digo, parece que hasta Clavijo se mosqueó con Oramas, el otro día, tras una bronca que le montó a Astrid Pérez, que es una buena persona y que lleva también mucho tiempo en política. O sea, que merece un respeto. Pero me comentan que La Quícara se cree la dueña del Parlamento. Demasiado tiempo con coche y chófer oficiales y viviendo del cuento, se acostumbran a eso y luego no sueltan la manivela. Como no son del mismo peso, en una luchada canaria una sería, un suponer, Barbuzano y la otra Garampín, un suponer también. No sé de qué va el mosqueo, pues las dos son aliadas –o teóricas aliadas— en el Desgobierno en general. Así que, de ser cierto el rumor de los distanciamientos, el motivo, cualquiera que sea, parece absurdo. También hay certeza de que Pedro Ramos, presidente de honor del PSOE lagunero, citado aquí ayer abundantemente, y Javier Abréu, ex concejal lagunero, no están en sintonía como dicen los partidarios del alcalde Luis Yeray. Javier quiere que lo dejen tranquilo, que él no se mete en nada y que bastante tiene con sus tertulias en la radio y en la tele y con sus perros. Que no le hace falta nada más para vivir. O sea que mejor que respeten su deseo, porque Javier Abréu no es un enemigo a despreciar. A mí siempre me ha caído muy bien. Y, finalmente, me llaman de Lanzarote para decirme que en Costa Teguise es un infierno estar, por culpa del sátrapa monclovita, que tiene el municipio paralizado. Han montado varios círculos de seguridad en torno a La Mareta y aquello es un caos. Me dicen que son cuarenta los guardias civiles, de aquí y de la Península, destacados para su custodia, además de su guardia pretoriana. ¿Pero para qué viene a molestarnos este tío, que luego no cumple nada de lo que promete? Que vaya a La Palma, a rendir cuentas a los afectados por el volcán. Joder, qué cruz este tío.