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domingo, 25 mayo,2025

Obispos muertos

Había dos personas que, en Canarias, siempre acudían a los entierros. No fallaban a uno. Y se lo dice a ustedes alguien que no concurre ni a los de la familia. Una de esas personas era Pepe Macías, diputado al Congreso, por el PP y por Las Palmas, que ganaba las elecciones en los duelos. El único dinero que se gastó en su vida lo soltó para pagar coronas y ramos de flores. Y el otro era un personaje lagunero, don Ricardo El Chiflado, que aparecía siempre en los duelos laguneros, aunque no conociera de nada al difunto. Había un entierro y ahí estaba don Ricardo en el velatorio, en primera fila. Hay gente a la que le encanta una celebración funeraria, algunas de las cuales son pintorescas. Cuando se murió Pío XII, un error en la administración del formol que le inyectaron hizo explotar el cuerpo del pontífice y fue tal la peste que echó que los guardias suizos que estaban escoltando el féretro en San Pedro cayeron a plomo, desvanecidos por el pestazo que expulsaba el cadáver. Cuando falleció el obispo lagunero Nicolás Rey Redondo, a principios del siglo pasado, creo que en 1917, el cadáver era velado en la catedral por un grupo de seminaristas. De pronto observaron que el cuerpo empezaba a moverse y que de él salían unos ruidos extraños, como si se estuviera tirando pedos, que se los estaba tirando. Era un hombre muy gordo. Hasta que el cadáver, seguramente por los mismos efectos que el de Pío XII, explotó. Los seminaristas, asustados, se arremangaron sus sotanas y partieron a correr hacia el Seminario, para dar cuenta a sus superiores del suceso. La anécdota siempre la contaba el gran periodista don Víctor Zurita Soler, que se descojonaba cada vez que recordaba aquellos hechos. No sé si Pepe Macías y don Ricardo el Chiflado conocieron los riesgos de estar cerca de los cadáveres en los velatorios. Yo, la rara vez que voy a un duelo, me mantengo a prudente distancia no sea que el muerto haga una de las suyas y me pringue. Lo mejor es enterrarlo enseguida. Y no hay nada peor que la peste a muerto, joder, si no se tiene la precaución de taparle adecuadamente los orificios, sea papa, obispo, sochantre o deán. Da igual.

Andrés Chaves
Andrés Chaves
Periodista por la EOP de la Universidad de La Laguna, licenciado y doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, ex presidente de la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife, ex vicepresidente de la FAPE, fundador de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna y su primer profesor y profesor honorífico de la Complutense. Es miembro del Instituto de Estudios Canarios y de la National Geographic Society.

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