Desde el 21 de mayo pasado, fecha en que España retiró a su embajadora en Buenos Aires, María Jesús Alonso Jiménez, Sánchez y Milei no han cruzado palabra alguna. El segundo se metió en los negocios turbios de Begoña Gómez y el otro, que anda escamado con todo el que diga algo de su señora, explotó, retiró a la embajadora y montó un pollo muy poco diplomático. Sin embargo, el embajador argentino sigue en España.
Todo el mundo tenía puestas sus miradas –en España, porque en el extranjero no se han enterado, no les interesa— en la Cumbre sobre Ucrania de Burgenstock, una localidad rural suiza cercana a Berna, la capital. Y, efectivamente, Milei y Sánchez ni se miraron el uno al otro.
Sí fue muy efusivo el abrazo de Zelenski, el presidente ucraniano, a Milei, por lo que Pedro Sánchez forzó –para las fotos– otro abrazo parecido con el ucranio, con poco éxito pues Zelenski no mostró demasiado entusiasmo en el sobajeo con el presidente español.
Y en la foto oficial, uno en Francia y otro en Aragón, distanciados por la totalidad de los asistentes, lo que demuestra dos cosas: una, que son líderes no imprescindibles; dos, que ambos buscaron la distancia, que es el olvido. Parecía un juego de adolescentes, en vez de posturas serias de dos presidentes de gobiernos democráticos.
También las diplomacias de Argentina y de España parecen haber fallado. Lo deseable hubiera sido facilitar un encuentro, restaurar en su puesto a la embajadora y no perjudicar ni las inversiones argentinas en España, ni las españolas en Argentina. Un completo desastre. Y todo por las presuntas ilegalidades cometidas por la mujer del presidente español, que no debería pinchar ni cortar en este asunto, ni en ninguno.
En realidad, todo está fatal, porque el propio Biden, en la cumbre del G-7, días antes de lo de Suiza, sufrió uno de sus tontines y se dirigió a una planta, creyendo que era Meloni. Al menos, así me lo pareció. Menos mal que Meloni, que lo vio, le dio la vuelta al anciano presidente USA, lo puso derecho y lo incorporó al grupo. Ver para creer. Este es el que, teóricamente, rige nuestros destinos. Prefiero a Sánchez, la verdad. Por un ratito, claro.
